Por: Marcos Dasencich A.
En el devenir de nuestra comunidad andina no dejamos a veces de sorprendernos por las innumerables novedades que nos da el día a día. Nuevos establecimientos comerciales, viviendas por doquier, mejoramientos de los espacios públicos, actividades comerciales y recreativas en nuestras plazas, nos muestran entre otros ejemplos, el empuje del trabajo de nuestros conciudadanos. Pero hay otros hechos vinculados al pensamiento y a la creación literaria de los hombres y mujeres de Los Andes que muchas veces no los conocemos o no nos motivamos en saber más de ellos, como si no tuvieran la misma o más importancia que la materialización concreta de nuestras aspiraciones de crecimiento.
Digo lo anterior, porque acá en nuestra ciudad nos cruzamos día a día con hombres y mujeres que en una labor silenciosa producen obras que alimentan el espíritu y ayudan al enriquecimiento espiritual de cada uno de nosotros.
LA APARICION DE RIVERA
A pesar de que en Los Andes algo se sabía del valor poético y de la creación de un hombre algo solitario, pero con rutinas sociales diarias y que era fácil observarlo en sus cotidianas caminatas por calle Esmeralda hacia el café Las Casas y otras preocupaciones del día a día. Raúl Rivera con sus más de 90 años, pero con un andar firme y también con una sólida reflexión, sorprendió a muchos cuando en una crónica del diario Las Ultimas Noticias del pasado lunes 14 de marzo, se hace mención a su producción poética que durante más de 60 años estuvo dormida y que hoy ha sido reeditada por la Universidad de Valparaíso en un hermoso texto titulado: “Remedios Caseros”.
El prólogo de dicho libro escrito por el conocido intelectual Cristián Warnken, relata como descubrió al poeta Rivera y como fue conquistado de inmediato por la frescura de sus versos y la limpidez inusitada de los mismos y que al compartirlo con el representante de la Editorial Universitaria porteña, éste de inmediato se interesó de conocer más del vate, traspapelado y excluido de la lista oficial de nuestros más inspirados poetas.
Warnken en su presentación anota parte de un poema que en sí lo hace oír el sonido de un Chile delicado y ladino:
“Señoras Pérez, Sandoval, González
señoras majestuosas
que crían diez chiquillos
y venden empanadas los domingos
señora de los pueblos más pequeños
de Pinto, de Turquía
de Rarinco y de Púa…..
”RIVERA: “ENTRE NERUDA Y PARRA”
El poeta nació en Valdivia, estudió en Chillán y una vez recibido de profesor primario inició su carrera en la lejana Puerto Natales. Allí nace su inspiración con notables textos sobre los mares australes, personajes de esa tierra, la Patagonia y Punta Arenas, por lo mismo es considerado en una reseña del literato Marino Muñoz Lagos como un poeta que cantó a Magallanes y particularmente a Natales. Raúl se casó con la dramaturga magallánica María Asunción Requena con la cual partió al exilio a Francia en año 73. En Lille fue director del museo local. Anteriormente se destacó en la década de los 60 como director de teatro y dramaturgo. Al mencionarle hace unos días que en Concepción había visto una obra de M.A. Requena, Ayayema, en los años 60; el me agregó: “Esa obra la dirigí yo en el Teatro Universidad de Concepción, TUC”. En Francia falleció su señora y vuelto a Chile se casó y se vinculó al teatro. Nuevamente viudo, ahora en Los Andes, su figura camina por Esmeralda en busca de sus nuevos amigos y amigas.
No podemos dejar de recordar la opinión de Alone, Hernán Díaz Arrieta, considerado como el más influyente crítico literario chileno, el que al referirse al poeta, escribió: “Entre Neruda y Parra, Raúl Rivera indiscutiblemente existe”.
Hoy al ver reeditada su poesía por la editorial de la Universidad de Valparaíso en el hermoso texto, “Remedios Caseros”, no podemos sino compartir la opinión del prologuista Warnken. “Rivera que supo hacerse invisible por décadas, no estaba perdido y ha vuelto con él su poesía. El poeta y su obra están más vivos que nunca. Ambos gozan de buena salud”.
Para quien escribe y por su origen austral, resulta particularmente emotivo el poema: “De pronto en esa nieve que aún me llora”, que en su parte final señala:
“Viví mi infancia
en la ciudad más gélida y más sola del mundo
Allí, frente a esa lejanías,
juré que volvería a morir a esa tierra
para dejar mis huesos en los hielos
y mi último suspiro en esos vientos
Lo que sentimos todos los paisanos,
los que por allá fuimos nacidos o criados…..
Andinos: Todos debemos compartir la riqueza de su trabajo e instarlo a que continúe. Estar más viejo tiene su gracia. Más sabiduría y madurez corre por esas venas.