Por: Víctor Cortés Zapata
La fe del pasado y la esperanza del futuro… Por formación, querido hijo y pequeño nieto, habían aprendido a internalizar el misterio de la gracia de la Fe, ese don sublime que arranca con el silabario religioso del sencillo y valioso Catecismo, inicialmente abriéndose a su conocimiento, juntando las letras, las frases y las oraciones y, ya más maduros, reflexionando sobre los pensamientos doctrinales que contienen los fundamentos de valores y principios de vida que enlazan perfectamente con sentencias rectoras del más puro humanismo, los que nos hablan de la práctica virtuosa del amor, del ejercicio de la caridad expresada en la solidaridad generosa y permanente hacia los demás, de la prueba constante de la honradez en todos los actos, de observar el respeto y ayuda a los ancianos, del cuidado preferente a los niños y desvalidos, a la dignidad del hombre sencillo, a la atención con las necesidades del género humano.
Con esta base ética y profundamente humanitaria incorporada en vuestros corazones, ocurre el inesperado y accidental paso al espacio eterno e inconmensurable del cosmos universal, ya hace doce años, un día como hoy ocho de octubre, dirigiendo ambos en su caída, una última y esperanzadora mirada, hacia las limpias y suavemente onduladas y azules aguas del tranquilo mar de las costas de Canela, cercanas a Los Vilos. Así, majestuosamente, volaron sus energías espirituales hacia la anhelada y perdurable Paz, que espera a todos los Hombres de Buena Voluntad.
Les queremos, les amamos, les recordamos siempre y así están y estarán presentes en el corazón y el sentimiento de todos sus familiares y queridos amigos.