Recuerdo Perdurable

Recuerdo Perdurable

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Por: Víctor Cortés Zapata
“Daniel, no olvides los “sí” que has dado y cumplido en tu vida de colegio. Unidos
ante el Señor. Hermano Germán”.

Esta significativa dedicatoria, rubrica la hermosa estampa de María, con que el Hermano Marista, profesor en 6° Año de Humanidades del Instituto Rafael Ariztía, de Quillota, le expresaba, de ese católico y poético modo, su cariño, reconocimiento y valoración, al destacado sino el mejor alumno del Colegio en 1949, Daniel Mario Cortés Zapata, quien junto a otros cuatro compañeros de curso, del primer 4° Año de Enseñanza Secundaria del i. Chacabuco andino (1947), se trasladaran a esa ciudad para completar la Educación de las Humanidades, siendo residentes en el internado del Rafael.

Aspirar y alcanzar la Universidad, la educación superior, a fines de los ´’40 y la década de los ’50, se reducía a dos grandes planteles universitarios, la U. de Chile y la u. Católica, instituciones que contaban con Sedes en ciertas provincias; también estaba la U. Técnica del Estado de Santiago y provincias, la U. Técnica Federico Santa María, y alrededor de 1956, nace la U. de Concepción.

De esos “cinco andinos”, ahora quillotanos, tres fueron profesionales, agregándose a los muy pocos anteriores a nivel local, siendo, uno de ellos médico –Daniel Cortés Zapata-, el segundo ingeniero civil industrial –Luis Amílcar Durán Tapia-, y el tercero químico farmacéutico –Jerson Mancilla Vargas-. Este último en la Chile, y los dos primeros en la Católica. Sus dos otros compañeros, Mario Rodríguez y Jorge Villalón se realizaron plenamente en el trabajo como eficientes funcionarios técnico-administrativos, en la Banca Comercial y en los Ferrocarriles del Estado, respectivamente.

Daniel vivió el proceso de formación profesional uniendo inteligencia superior, capacidad de estudio y tenacidad moral, sumando alegría juvenil, abriendo siempre un espacio a la relación humana, de sencillez afectiva y chispa graciosa, con dosis frecuentes de creativo humor, rasgo que lo hizo acercarse al entusiasmo de la comunidad liceana de los ’50, del Max Salas Marchan, con muchos de los cuales estableció una amistad perdurable, especialmente con uno de ellos, Octavio Alvial Basta, el Pato.

Especializado en cirugía de tórax, tuvo una destacada trayectoria en dicho campo de la medicina, especialmente durante su larga estadía laboral en el Hospital Félix Bulnes, Santiago, jubilandose en esa Institución de la Salud Pública. Incursionó, asimismo como médico de Carabineros de Chile, en la Escuela de Oficiales y en la de Suboficiales, hasta su término legal.

Si algo debe relevarse como rasgo profesional, fue su entrega absoluta al noble rol social del médico, prosiguiendo, luego de jubilar, hace veinte años, la ruta de un verdadero y sensibilizado “médico de familia”, comenzando por la propia, noble tendencia que surge, primariamente, luego de titularse, con distinción máxima, y que en esta etapa tardía de su ejercicio profesional, proyectó, casi como un apostolado, en las familias de Talagante, ciudad de residencia desde su matrimonio con una bella muchacha talagantina, Silidini Fuentes Castillo, en junio de 1958, con la cual tuvieron cuatro hijos, tres mujeres y un varón.

El sábado 4 de Abril, a las 15,05 horas, a sus ochenta y siete años de edad, fallece luego de una prolongada y valiente lucha por su vida, donde puso la pasión que siempre tuvo en cada acción que decidiera vivir. Desde que tomados de la mano para ir al colegio, se transformó para mí en el guía y modelo de mi quehacer, respondiendo con valor y sin temores a los embates que nos planteó la vida.

Dejas una familia extensa que te adora y te admira por el temple, generosidad y entrega sin límites que siempre tuviste con cada hija/o, nietos/as, bisnieta/o. Con todos, sin faltar ninguno. Sumemos a lo anterior, tu labor en el Municipio de Talagante, de tus últimos años. Es realmente admirable.

Conmovido, confieso que he vuelto la mirada a las valiosas enseñanzas recibidas en la educación marista que nos formó en la línea del hombre bueno. Pido al Señor te reciba con el amor que un padre siente por su hijo, el que ayudó a sanar con sus conocimientos , entregó, en su estilo, amor, cariño y esperanza de sanación, a tantos que acudieron a él en busca del alivio y la extinción del dolor.

Hermano amado, en mí estarás presente hasta el último de mis días.

Querido Mario, descansa en paz!

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