Recuerdos de Los Andes: Los guardahilos

Recuerdos de Los Andes: Los guardahilos

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Por: Eugenio Astudillo

A mediado de 1880 se otorgó en Chile la primera concesión de explotación de servicios telefónicos en el país. El sistema de trasmisión de la voz humana ya había debutado en Estados Unidos en el año 1878, y un comerciante de origen norteamericano avecindado de Valparaíso consiguió la codiciada autorización firmada por el presidente don Aníbal Pinto.

Casi 50 años después de este gran acontecimiento, a principio del año 1928, se establecieron las primeras líneas que permitieron la comunicación de larga distancia internacional con la Republica Argentina, cuya ruta de contacto (cable físico) pasaba por la ciudad de Los Andes y seguían su trayecto hacía Mendoza; en varias partes adyacente a la línea férrea del Ferrocarril Transandino, inaugurado en el año 1910, vía que por muchos años unió estos dos países hermanos.

Esta modernidad de la época trajo para la ciudad de Los Andes el arribo de nuevos técnicos y empleos en materias de comunicaciones, de varias empresas del rubro, que fueron creando y consolidando actividades y oficios relacionados con estos servicios, unos de los cuales, los “Guardahilos” por lo original y arriesgado de su ejecución, da motivo a este artículo que narra las características de esta actividad laboral que solo se extinguió allí por los años 1980, con la llegada masiva de la microonda y después con la fibra óptica..

Las Compañías de comunicaciones de entonces; sin los recursos tecnológicos de ahora, debían proteger a toda costa sus servicios de larga distancia en donde ya participaba en plenitud la otrora Empresa de Telégrafos del Estado que trasmitía sus mensajes de puntos y rayas por hilos conductores que también cruzaban la cordillera, para lo cual, todas ellas, en protección de los mismos, debieron recurrir a hombres con fortalezas y muy buena vista, para que diariamente, en distintos sectores de las rutas de las postaciones aéreas, previnieran o repararan defectos de cortes u otros orígenes, que obstaculizaran las señales telefónicas, de telégrafo y también de ferrocarriles que nos unían con la República Argentina.

La empresa de comunicaciones telefónica de entonces, tenía dos Guardahilos en custodia de la ruta Los Andes – Cristo Redentor. Uno debía tener residencia en la localidad de Río Blanco, y el otro, en plena cordillera junto al refugio ferroviario de Juncal (Cable West Cost), desde donde, algunas veces, en medio de grandes temporales, junto a personal del Telégrafo y también Ferroviario, recorrían sus rutas visualizando y reparando los hilos y los postes de las tres empresas mencionadas, en localidades de plena montaña, como Juncalillo, Portillo, y Caracoles; hoy Complejo Los Libertadores.

Todos los recorridos se hacían a pie en invierno o verano. Cuando la emergencia era grande se pedía ayuda al Guardahilos con asiento en la localidad de Río Blanco, que habitualmente recorría visualmente los hilos conductores desde la localidad de Rio Colorado a Juncal, pero que en estos casos acompañaba a sus colegas hasta las más altas montañas, a fin de reestablecer o mantener los servicios en optima condiciones de las tres empresas.

En esto de mantener los buenos servicios de las rutas de los conductores de señal, no se debe olvidar que los hilos que se vigilaban eran la única forma de comunicación con la República Argentina, tanto de voz, como de señales telegráficas. Como dato, las llamadas telefónicas; según estadísticas de fines del año 1928, sólo llegaban a 22 al mes desde Chile a la ciudad de Bueno Aires y viceversa. .

En el recorrido de estas rutas observando hilos metálicos, no siempre las caminatas fueron displicentes, felices o tranquilas. En muchas ocasiones se debía caminar bajo nevadas y vientos cordilleranos, y a menos 20° Celsius, en donde, no se veía a más de tres metros de distancia, oportunidades en que la única compañía para estos hombres en esos momentos, eran unas avecillas del tipo tórtola chilena o cuyana, que los trabajadores les llamaban cariñosamente “Los Juanchos”, mismo nombre que sus colegas de las empresas de comunicaciones de Los Andes, usaron después; con el tiempo, para referirse a ellos, cuando mensualmente bajaban a la ciudad de Los Andes a buscar sus pagos mensuales y las provisiones para un nuevo mes en la montaña. Esta acción de venir a buscar las provisiones y el pago mensual era conocida como la “bajada de los Juancho”, la que siempre terminaba en buenas convivencias laborales con sus otros compañeros andinos.

Tal como señalamos precedentemente, la llegada de la Microonda, la Fibra Óptica, el término del Ferrocarril Transandino y la Empresa de Telégrafo, y la posterior llegada de la telefonía celular acabó con este oficio de “Los Guardahilos de Los Andes”, que hoy recordamos como homenaje a la ciudad y al inicio de Agosto, Mes de la Montaña.

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