Por: Eugenio Astudillo Leal
Un vecino, aún joven para mi edad, con motivo de recibir la importante ayuda de las Cajas de Mercaderías que repartió la Ilustre Municipalidad de Los Andes con cargo a fondos propios, emocionado recordaba el momento, en que si bien es cierto, nunca pensó tener que llegar a pasar por una situación similar, recibió su caja, superando y aceptando la nueva situación que vivimos y los nuevos cambio de comportamientos humanos que deberemos vivir, aún, por muchos años.
A modo de explicación porque le costaba tanto recibir este tipo de ayuda, ante la emergencia que vivía el país, me di cuenta, que no solo es una posición autogenerada por él, sino que es una actitud multiplicadora por mucha gente, que en los últimos años vio mejorar su situación económica y por ente también la situación social de su familia, que los llevó a conocer otros status de bienestar superiores a los que habitualmente disfrutaban después de la crisis post Unidad Popular o nueva democracia, entorno que de repente, de la noche a la mañana, hace menos de nueve meses, y por razones ajenas a las ciencias económicas y financieras, todo se derrumba, e incluso a situaciones muy inferiores a las últimas experiencias de “jaguares” vividas, y que hasta hace pocos meses nos vanagloriamos y disfrutamos, razón por la cual, afirmó que esta actual crisis no nos afecta una imple caída de nivel , sino que una doble caída sino porque retrocedimos mucho más que donde estábamos a fines del 2019.
Curiosamente, esta misma situación de bonanza y bienestar sucedió de la misma forma, antes de la última crisis financiera global conocida como La Gran Depresión Mundial, en donde en Chile también se le llamó la Crisis del Salitre, en el año 1929, que duró en su parte más crítica hasta el año 1932, en donde al igual que ahora, pero con la gran diferencia de que entonces fue por un gran endeudamiento, debido a que entonces el salitre, después del término de la Primera Guerra aún nos dejaba dólares y eso permitió créditos que después de la caída de la bolsa de Nueva York en Octubre del 29 nos llevó, al igual que todo al mundo, a una gran crisis económica y de hambre, que mi padre; ya fallecido, me contaba antaño, que la gente no solo no tenía alimentos, sino que también en donde vivir y vivía en cuevas alrededor de los cerros de las ciudades, como en Santiago y Los Andes. Lo anterior era la única referencia que tuve de lo que era hambruna, y luego leí en la historia, sobre la más cercana referencia, de la desgracia de vivir gracias a las ollas comunes.
Gracias a Dios los tiempos en muchas cosas han cambiado, pero en las angustias de saber cómo duele la cercanía de vivir el hambre no. Por esa razón cuando veo a las municipalidades, y destaco a la nuestra, tomando tantas iniciativas para controlar lo ante posible esta pandemia y así evitar que la crisis económica y de salud sea más profunda, veo la necesidad, una vez escuchado recién el programa del Gobierno “Paso a Paso” para recuperar nuestra situación o lo más cercano posible a la relativamente “buena” que fue hasta Octubre del año pasado, hagamos todos, el máximo esfuerzo posible para cumplir con los compromisos de comportamientos sociales que nos piden, no importan que sean los mejores o no posibles, pero hagámoslo, dejando todas las ideologías, lucimientos, y soberbias aparte. Hace varios días y hoy también he visto a grandes vecinos; hoy ya viejos, y a también grandes jóvenes, luchando por sus sueños de vida; triste por estar sin pega, y todo por esta situación generada a miles de kilómetros de aquí, en el nuevo concepto del mundo global, de la tecnología, del maldito individualismo, habiendo abandonado nosotros, por soberbios, ideológicos, e indiferentes, un pequeño y gran universo de unión, familia y solidaridad, que tuvo que traernos como recuerdo una pandemia nefasta, para entender que ese es nuestro verdadero camino para vivir de nuevo un mundo bueno.