Por: Gerardo Coppelli, académico Facultad de Derecho, U.Central
A estas alturas del año, resulta pertinente realizar un diagnóstico de los resultados obtenidos en el proceso de declaración de Renta año tributario 2017. Esto, no sólo para el análisis coyuntural de un ejercicio tributario aislado, sino más bien de una revisión en el tiempo, de los resultados obtenidos hasta el momento, por la reforma tributaria impulsada por el gobierno de la presidenta Bachelet, que desde el año 2014 ha venido introduciendo una serie de cambios a la estructura legislativa tributaria de nuestro país.
Y como era de esperar, los resultados, como gran parte de los resultados económicos de los últimos años, no fueron lo esperado. Se destaca un escaso aumento de un 0,6% de impuestos declarados en relación al año anterior, pero más relevante aún, resulta la paradojal disminución de la recaudación por concepto de impuesto de primera categoría, con una caída de un 0,8%, considerando que la reforma tributaria contemplaba precisamente lo contrario, un alza de este impuesto, de un 22,5% del año anterior, a un 24% para este año.
Si bien días atrás, en una actividad pública, el subsecretario de Hacienda, don Alejandro Micco, llamaba a esperar a que la reforma tributaria esté en completo régimen para promover eventuales cambios al sistema, los resultados, ya consistentes en el tiempo, parecen mostrar que esa sería una postura errónea y tardía.
Es del caso señalar, que a muy poco andar, transversalmente se lograron identificar serias deficiencias de las cuales adolecía la reforma tributaria original, las que generaban una serie de impactos negativos, tanto en su implementación, recaudación, derechos de los contribuyentes, y fundamentalmente el interés fiscal.
Es así como, a la ley 20.780, ley inicial y original de la reforma tributaria, le sucedieron a la fecha, “dos reformas de la reforma”, incorporadas a través de la ley 20.899, para la simplificación del sistema de tributación y la ley 20.956, que establece medidas para incentivar la productividad.
En suma, el problema radica hoy, en que estas modificaciones resultan absolutamente insuficientes para mejorar lo que en treinta años de historia, debe ser una de las peores políticas de Estado implementadas. Esta reforma tributaria, que en sus inicios se difundió asegurando no afectar productividad ni crecimiento, ha sido una de las grandes responsables de la pésima condición económica del país, generando desincentivos a la inversión, transformándose en un freno a la productividad, y por sobre todo, una responsable clave en una de las peores rachas de bajo crecimiento que recuerde el país, 1,9% para 2014, 2,1% para 2015, 1,6% para 2016, y una proyección para 2017 cercana al 1,5%.
Cuatro años de revisión, claramente no avalan las palabras del subsecretario, la necesidad imperiosa de realizar ajustes a la conducción económica, y en el motivo que nos convoca, no descansar en modificar todo cuanto dejó como herencia esta reforma tributaria nefasta a nuestro sistema tributario, no debiera esperar, ni cambios de gobierno, ni pleno régimen de la reforma, ni que el ciclo económico haga lo suyo, como la ha dicho el Ministro de Hacienda. Es fundamental, que por sobre, o al menos al mismo nivel que el interés fiscal, se sitúe la defensa de los contribuyentes y las personas, que más importante que la caja del Estado, ha mermado la capacidad de desarrollo y crecimiento de miles de empresas, con efectos que para su recuperación tomará años de esfuerzo y sacrificio país.