(Primera Parte)
«Señor alcalde, señores concejales, distinguidas autoridades, queridos amigos todos.
Al llegar a este valle, el conquistador don Pedro de Valdivia, con sus 150 efectivos y su amante Inés de Suárez, arribaron al valle que llamaban de Chile. Es decir, de este valle se proyectó al resto de nuestro actual país, el nombre que lo identifica. En esa época, existían los pueblos de indios de Aconcagua (actual zona de San Esteban, La Florida) y de Curimón, en su ubicación actua
Pasaron los años, y tiempo después, una vez ocurrido el alzamiento indígena que resultó en la desaparición de las ciudades del sur, como Nueva Imperial, Villarrica, Osorno y otras, se produjo una inmigración forzada hacia el norte, en especial a este valle. El gobernador Alonso de Ribera, otorgó mercedes de tierra a muchos soldados que escaparan del desastre. Ellos, dieron origen a la mayor cantidad de familias de estas comarcas de las que descendemos muchos de los presentes.
En 1692, se crea el Hospicio dominico de Santa Rosa que tomó el nombre de la hacienda que poseían estos religiosos en el sector del actual Colegio Inglés. Posteriormente, se crean el convento y capilla del mismo nombre. Estas edificaciones subsistieron hasta el terremoto de julio de 1730. La propiedad continuó en manos de los dominicos hasta mediados del siglo XIX.
La Villa de Santa Rosa de los Andes, que toma su denominación y patronazgo de la santa limeña ya señalada, fue fundada por don Ambrosio O’Higgins, Marqués de Osorno, Barón de Ballenary y gobernador del Reino de Chile por decreto, emitido en Santiago, el 31 de julio de 1791. Su nacimiento no fue rápido. Hubo de por medio una gestión administrativa de tres años, desde 1788, en que los vecinos de lo que se denominaba el valle de Curimón, propusieron al gobernador la fundación de la nueva villa en el lugar llamado Piedras Paradas, sito en el antaño llamado Valle de Chile, a los pies de la Cordillera de los Andes. O’Higgins había pensado establecerla en la misma localidad de Curimón, antiguo pueblo indígena anterior a la llegada de los conquistadores hispánicos.
El 21 de octubre de 1788, mientras la primavera vestía de flores los campos y de azul los cielos de Chile, el gobernador del Reino, don Ambrosio O’Higgins, emprendió un largo viaje de seis meses de duración en que recorrió la parte Norte del territorio de su jurisdicción. Las incomodidades de los primitivos caminos de la época, no impidieron la travesía al casi septuagenario mandatario que, acompañado del ingeniero don Pedro Rico, secretario don Judas Tadeo de Reyes, asesor don Ramón Martínez de Rozas, capitán y amanuense del presidente y gobernador don Domingo Tirapegui, ayudante de órdenes don José María Botarro, el oficial primero de secretaría Ignacio de Andía y Varela, el capellán y cirujano don Juan de Ubera, don Nicolás Cárdenas, amanuense de la asesoría, el capitán a cargo del piquete de guardia, don Pedro José de Benavente, y del alférez Juan de Dios Vial. Los otros integrantes de la comitiva eran 25 soldados de dragones y 15 sirvientes domésticos. Al cabo de dos días de viaje, la comitiva llegó a la Villa de San Felipe el Real. Aparte de otras medidas de gobierno general, el gobernador se impuso de los problemas por los que atravesaba esa villa y dispuso acciones destinadas a su solución.
En el transcurso de este viaje, por los duros caminos del Norte Chico y de nuestros valles, el activo gobernador O’Higgins, habría dispuesto, a juicio de algunos historiadores, la fundación de la villas de San Rafael de Rozas (Illapel), San Ambrosio de Vallenar, San Francisco de Borja de Combarbalá, Santo Domingo de Rozas de la Ligua y Santa Rosa de los Andes.
Debemos considerar que, en esos tiempos, se conocía como Aconcagua, toda la zona que esta situada al N del río del mismo nombre y donde estaba emplazado el pueblo de indios ya mencionado anteriormente. Como Curimón, además del pueblo de indios, toda la ribera S del río se conocía con esa denominación.
Con alguna anterioridad a su viaje, con fecha 17 de octubre de 1788, don Ambrosio, al parecer, como consecuencia de una petición anterior de los vecinos de Curimón, expidió un decreto por el que ordenaba al ingeniero don Pedro Rico se trasladase de inmediato a ese lugar, para inspeccionarlo y ver si guardaba conformidad con lo que disponían las leyes 7, 3, 5 y demás del título 7, libro 4º de la Recopilación para las fundaciones de villas y ciudades. Estas condiciones, eran entre otras: «comodidad y buena situación del local para que, la gente pueda vivir sociablemente, cualidades higiénicas, abundancia de agua y que la población esté rodeada de terrenos fértiles, etc.».
Dicho ingeniero, se trasladó a Curimón donde con la colaboración del juez territorial, del párroco presbítero don Bernardo Barahona y Villalón y de los vecinos del lugar, estudió el terreno e hizo la tasación del suelo que ocuparía la nueva villa. Luego, con fecha 26 de noviembre de 1788, el ingeniero Rico presentó su informe junto a las tasaciones de las diversas propiedades.
En una de sus partes, don Pedro Rico, recomendaba las llanuras de Curimón como «una de las hermosas y de mejor temperamento». Agregaba: «Sus habitantes son de una robustez admirable y gozan de perfecta salud, sin que se conozcan enfermedades habituales y tanto los hombres como las mujeres tienen buen color».
El Ingeniero Rico, es autor de un interesante mapa titulado: “Plano de la gran cordillera de Chile por la parte del camino principal que la atraviesa desde la Ciudad de Santiago hasta la de Mendoza, según el estado en que quedó con la composición dispuesta por el Presidente de aquel Reyno Mariscal de Campo Don Ambrosio Higgins Vallenar, concluida en el año de 1791”. En esta carta que hoy está en el Archivo General de Indias, en Sevilla, se prueba la ubicación de la sede parroquial de Curimón, -por lo menos temporalmente- en la actual Plaza Vieja.
El ingeniero expresaba que, según el informe del párroco, los habitantes del valle pasaban de cinco mil y que, habitualmente «vivían donde las familias tenían sus poseciones». Agregaba que al pueblo podría dársele una extensión de 25 cuadras y otras 10 para ejidos. Estos últimos terrenos llamados de ejidos, eran destinados a labores comunes de los pobladores. Los vecinos Domingo Camus, José Camus, José Figueroa, Juan Antonio Castro y Felipe Pacheco ofrecían edificar una cuadra, cada uno, de las que les pertenecían.
Por orden superior, estos documentos fueron puestos en conocimiento del subdelegado de Aconcagua, don José Santos Mascayano, para que reconociera el terreno y «tomara de él todas las nociones precisas para el asiento de un establecimiento de esta naturaleza».
No obstante, los vecinos de las Piedras Paradas solicitaron que la villa se estableciera en ese lugar y, no en Curimón. El subdelegado Mascayano, recibió otra solicitud de los vecinos de Curimón en que éstos exigían que la nueva villa se fundara allí. Ello dió origen a que se iniciara una controversia entre los vecinos de ambos lugares ya que, por una parte, los de Curimón, alegaban que : «él era superior en todo al de las Piedras Paradas» y que «las personas interesadas en que la villa se estableciera en este lugar, eran llevadas únicamente por fines personales». Este documento fue presentado con fecha 28 de enero de 1790.
Es en este momento cuando cobra especial importancia la persona del presbítero Dr. Bernardo Barahona y Villalón, cura y vicario de la Doctrina de Curimón, cuya sede estaba en la localidad de Plaza Vieja y que luego, al decretarse el traslado de la sede parroquial, fue primer párroco de Santa Rosa de los Andes, en 1804. Don Bernardo, solicitó al Gobierno que la nueva villa fuera erigida en el lugar denominado Piedras Paradas ofreciendo, al mismo tiempo, trescientos pesos «para satisfacer con ellos el pago de las tierras restantes necesarias para la erección de la nueva villa». El mapa antes mencionado, fechado en 1791, menciona expresamente, el punto 11 como Piedras Paradas, en que “se ha resuelto erigir una villa con el nombre de los Andes”. (continúa mañana)