(Segunda Parte)
«La fundación de la Villa, se realizó a los pies de cerro de las Piedras Paradas, al que los indígenas llamaban Quicalcura. Las tierras en las cuales se asentó la población, pertenecían a don Antonio Escudero y Zarfate y a don Francisco Herrera y Rodríguez. El costo de los terrenos ascendió a $ 3.200 los que fueron repartidos entre los asignatarios de los sitios.
No obstante, la previsión del gobernador O’Higgins, hizo que ya en 1790, ordenara al contratista Manuel de la Puente y Galarza, la excavación de un camino que, bordeando la falda N del cerro Quicalcura o de las Piedras Paradas, lo uniese con la antigua vía incaica que venía por el sector de Penco y que conducía hacia lo que hoy es Argentina. Para ello, de la Puente hubo de perforar y volar con pólvora, una gran cantidad de afloramientos rocosos obra que hoy día se puede apreciar en Coquimbito.
El primer plano de la Villa de Santa Rosa de los Andes, fue levantado por el superintendente de ésta, don José Ignacio Días Meneses, el 15 de junio de 1798, por orden del Marqués de Avilés, gobernador del Reino en esa época. Es altamente probable que dicho plano haya sido realizado realmente por mandato de don José Ignacio a su yerno don Francisco Antonio de la Carrera y Balcarce según consta en la documentación que, sobre la fundación de Los Andes, existe en el Archivo Nacional. En tales documentos existe un recibo en que el superintendente, paga a de la Carrera un monto de dinero por haber confeccionado el plano.
El trazado de la naciente Villa, obedeció al que estipulaban las leyes de Indias por lo que se dispusieron cuatro cañadas que encerraban 49 cuadras y 12 calles de idénticas dimensiones. Cada cuadra fue subdividida en cuatro solares. Los terrenos situados al Norte y Oeste de las cañadas correspondientes, estaban destinados a ejidos, es decir, terrenos de uso común para todos pobladores.
Su primer alcalde fue don José Miguel de Villarroel, antiguo propietario de la zona alta del valle del Aconcagua hasta la cumbre de la Cordillera. Su principal posesión era la Hacienda de El Sauce. A esta autoridad correspondió darle vida a la Villa de don Ambrosio. Por varios períodos, cupo al señor de Villarroel ser elegido primera autoridad comunal, su labor resultó fecunda a pesar de haberla realizado en medio de los vaivenes de la lucha independentista. Don José Miguel, sepultado el 24 de noviembre de 1822, a los 80 años de edad, dejó cuatro hijas y otros dos descendientes naturales.
El primer párroco fue el presbítero Bernardo Barahona, quien aportó $ 300 para la adquisición de los terrenos de la Villa. A esta autoridad eclesial le correspondió llevar a cabo el primer censo de la nueva población, en octubre de 1799.
Desde el comienzo de la villa, hubo preocupación por la educación de los niños de la población. Recuérdese que, casi recién nacida la nueva población, el 28 de septiembre de 1793, las autoridades de la villa dieron inicio a muchas gestiones para que los franciscanos de Curimón se trasladaran a Santa Rosa de los Andes para establecer un convento y tomaran a su cargo la educación de los pequeños habitantes. Ya hacia fines de 1802, se nombra al maestro José Santos Hernández a cargo de la escuela del Cabildo. Éste, español residente en Chile desde 1759, se desempeñó en su cargo, hasta octubre de 1809 en que fallece. Luego, a solicitud del Cabildo andino, la Junta de Gobierno en 14 de noviembre de 1810, designa a fray Manuel Camus, dominico, como maestro cargo en que permanecía en 1814. Sus nombres nunca debieran ser olvidados como pioneros de la formación de la niñez andina. En esa misma escuela, en 1831, enseñaría Sarmiento a los niños andinos. Exalumnos suyos, fueron entre otros: el Dr. José Joaquín Aguirre y el Dr. José Ramón Meneses.
A mediados del otoño de 1803, la pequeña villa fue azotada por la epidemia de viruelas. Más de 177 personas, en una población total de unos 900 habitantes, cayeron muertos víctimas del flagelo. A este respecto, cabe destacar el registro de defunciones de la Parroquia de Santa Rosa, en que el párroco denota desesperación al no poder anotar con mayor diligencia las muertes que iban ocurriendo. El médico José María Sáez, -tal vez, el primer médico en la historia de la villa-, replicaba a la nota que don Manuel del Canto, le hacía llegar relatándole la tragedia en su propiedad, en que solicitaba autorización para traer a los enfermos a su casa habitación en la villa para tratarlos con más facilidad:
Sr. Dn. Manuel del Canto
Amantísimo amigo me alegraré esté bueno, he tenido noticia del deplorable estado en que se halla su familia con el gravísimo accidente de la peste de viruela, por lo que me parece ser muy conveniente pase Ud. sus apestados a su casa de esta Villa, lo uno por estar estos aires infestados del contagio el que por mucho tiempo estará, el otro porque si Ud. los deja a donde están infestarán aquel aire más, de donde se sigue gravísimo perjuicio, y últimamente, estando en la Villa se los podré yo asistir, lo que no haré teniéndolos Ud. tan distantes, ni podré usar de mis arbitrios con los pobres de caridad, que sé y tengo noticias que ha fomentado y fomenta más de treinta, sin más interés que cumplir con la obra de misericordia. Su amigo, Bn. José Ma. Sáez.
El 18 de enero de 1804, los vecinos de la villa, reciben alborozados la noticia de la creación del Partido de los Andes, separado del de Aconcagua. Esta gestión se había iniciado el 16 de enero de 1794 y siempre había sido votada negativamente por las autoridades de la época.
La Historia nacional, ha pasado por el antiguo Valle de Chile, luego valle de Curimón en su ribera sur y de Aconcagua en su ribera norte, hoy conocido integralmente como valle del Aconcagua y que acunó la feliz fundación del Marqués de Osorno.
El 3 agosto de 1813, el llamado motín de Ezeiza, levantamiento de los prisioneros realistas que se habían destinado a la villa para ser trasladados a Cuyo, una vez se abriera la Cordillera, conmueve a la pequeña población. Sus autoridades son sorprendidas por la rebelión. Varios son tomados prisioneros. Don José Antonio del Villar y Fontecilla, patriota, da aviso a las autoridades de San Felipe quienes envían a Portus con tropas para sofocar el levantamiento luego de un enfrentamiento cerca de Curimón. José Antonio Ezeiza y Manuel Lagos, sus cabecillas, son ahorcados en la Plaza de Armas el 19 de agosto de ese año. Francisco Nova y Sanz, comerciante español que se une a Ezeiza, es desterrado. Sus bienes confiscados y su familia abandonada.
La Villa fue testigo del desesperado éxodo patriota de octubre de 1814 que junto al Combate de Los Papeles, del 11 de ese mes, sepultó los restos de la Patria Vieja. En un esfuerzo final y heroico, el general José Miguel Carrera quiso encerrarse en nuestra Plaza para una defensa desesperada frente a la Reconquista Hispánica. Sus polvorientas callejas fueron holladas por las cabalgaduras del Ejército de los Andes, encabezadas por el coronel Juan Gregorio Las Heras y de la Gacha, que trajo la aurora de la libertad de la dominación hispánica a nuestra Patria el 8 de febrero de 1817. Andinos, como Pedro Antonio Ramírez del Canto, también participaron en la batalla de Chacabuco cuyo bicentenario hemos celebrado en febrero de 2017.
Muchos andinos participaron en las luchas por libertad de Chile. Los nombres del coronel de milicias Manuel Cortés y Cabrera; los hermanos Pedro Antonio y José Ramírez del Canto; José Antonio del Canto; José Ramón de la Fuente y Santelices; miembros de las milicias (andinas y aconcagüinas) y de José Antonio Maure están ligados a la gesta libertaria de la independencia nacional.
Situada al pie de la mole andina, nuestra ciudad se desvivió por ayudar a los inmigrantes argentinos forzados que originó la derrota del general LaMadrid en la Batalla de Rodeo del Medio, en las afueras de Mendoza en septiembre de 1841. Los fugitivos atravesaron la Cordillera en medio de un violento temporal de primavera que cubrió de un espeso manto de nieve la huella que unía entonces, Mendoza y Los Andes. Domingo Faustino Sarmiento, que iba rumbo a Mendoza, se encontró con los fugitivos y pidió ayuda al coronel José Erasmo Jofré y Olivares, mendocino, gobernador de nuestra ciudad y éste, en una acción que lo enaltece, organizó todo un operativo de apoyo y ayuda a los derrotados por las fuerzas del gobierno de Rosas. Vecinos como el antiguo alcalde Pedro Bari, doña Petrona Callejas dueña del Estanco de la villa y muchos otros, abrieron sus casas y entregaron donativos para apoyarlos.
Las familias de abolengo y, el pueblo, en general, se esmeraron en ofrecer albergue y trabajo a los inmigrantes de la hermana tierra de Cuyo. A su vez, no olvidemos que, gran parte del movimiento literario cultural de 1842, fue fruto del influjo cultural llegado con esos forzados inmigrantes unitarios que huían de la tiranía federalista de Rosas, como el actor Juan Casacuberta y otros argentinos ya residentes en Chile. Todos ellos, como, entre otros, Alberdi, Sarmiento, Vicente Fidel López, Gutiérrez, Mitre, unidos a Andrés Bello, a los chilenos Vicuña Mackenna, Lastarria, Tocornal, Bilbao, Solano Astaburuaga y tantos otros, dieron forma al famoso movimiento literario cultural que transformó las letras argentinas y chilenas.
Ello prueba que el término de los vínculos políticos que unían dicha región a Chile, en 1776, no destruyó los vínculos de afecto y solidaridad con los habitantes de la otra banda. Esta actitud y la que generó, tiempo después el terrible terremoto de Mendoza, en 1861, acentuaron la unión de los pueblos andinos frente a la adversidad. Sin duda, esto fue un antecedente de la actual integración que cada vez se hace mayor con la República Argentina a pesar, a veces, de algunas desconocidas del gobierno de turno de ese país». (termina mañana).