El 8 de febrero de 1817 la columna al mando de Juan Gregorio de Las Heras hacía su triunfal llegada a Santa Rosa de Los Andes.
El pasado sábado 8 de febrero se cumplieron 203 años de la triunfal llegada a Santa Rosa de los Andes de la columna del Ejército de los Andes que comandaba el coronel Juan Gregorio de Las Heras, convirtiéndose la pequeña villa en una de las primeras de Chile en lograr la libertad gracias al ejército libertador.
Después del desastre de Rancagua y la reconquista española, los patriotas se refugiaron en Mendoza y colaboraron en la preparación de un ejército capaz de lograr la independencia de Chile a través del cruce de la Cordillera de los Andes.
El ejército de Los Andes estuvo compuesto por más de 5.000 personas entre fuerzas militares y auxiliares, comandadas por 14 jefes y 195 oficiales. Las fuerzas militares sumaron 4.000 hombres de los cuales aproximadamente 3.000 fueron infantes que estuvieron divididos en 4 batallones.
San Martín y sus colaboradores, entre ellos Bernardo O’Higgins, planificaron una acabada estrategia para el cruce de los Andes.
Con el ingreso de las dos columnas principales por el centro, la victoria de Chacabuco y la ocupación de Santiago por el Ejército Libertador de los Andes, las tropas realistas se replegaron hacia Concepción.
La columna de Las Heras cruzó el paso El Bermejo y se desplazó hacia Santa Rosa de Los Andes. Pero antes de llegar a la villa el 8 de febrero de 1817, tuvo que enfrentar a los realistas en Guardia Vieja, cuatro días antes. En efecto, continuando su misión de vanguardia, 150 infantes y 30 granaderos a caballo a las órdenes del mayor Martínez, atacan una posición realista a orillas del río Juncal. Los patriotas ejecutan un aferramiento frontal con efectivos menores y un amplio envolvimiento con la masa accionando sobre el flanco Sur de la posición enemiga que cae rápidamente.
El avance por el paso de Uspallata y el valle del río Mendoza, se había iniciado el 18 de enero de 1817, conduciendo todo el parque y la artillería, cuyo transporte era imposible por el más escabroso paso de Los Patos.
Otra columna, partió el 19 de enero de 1817 al mando del capitán fray Luis Beltrán al frente de la maestranza y el parque que portaba los pertrechos de guerra, subió por la quebrada del Toro y se dirigió hacia Uspallata, a través de Paramillos de para reunirse con la columna principal del general Las Heras. A cargo de los 800 hombres, se hallaba el brigadier Juan Gregorio de Las Heras. Tras vencer en los combates de Picheuta, Potrerillos y Guardia Vieja, pudieron ingresar en Santa Rosa de Los Andes, el día 8 de febrero de 1817, es decir hace ya 203 años. En la misma fecha, lograba la reunión con la división principal en Curimón que el día anterior había salido victoriosa en la acción de Las Coimas.
EL CARIÑO BOTADO
El paso hacia el plano del valle de Santa Rosa de Los Andes por parte de la columna del coronel Las Heras, dio origen a la leyenda del Cariño Botado, una de cuyas versiones apunta lo siguiente:
El caserío de Cariño Botado se encuentra en la comuna de San Esteban, y muchos de los que pasan por allí se preguntan por el origen de tan curioso nombre y la leyenda histórica tiene su propia explicación: Se recuerda que la noticia de la proximidad del Ejército de los Andes causó gran expectación entre los habitantes de las aldeas del sector de Santa Rosa de Los Andes, quienes habrían organizado -con esfuerzo y espontáneamente- un gran banquete con fiesta patriótica incluida, para recibir de manera calurosa a los libertadores en uno de los caseríos que quedaba en el camino de los viajeros, al norte del río Aconcagua.
Sin embargo, sucedió lo inesperado, según la misma leyenda, cuando Las Heras llegó a la zona, pasó raudo y sin asistir al pueblo de su recibimiento, alegando que estaba retrasado y que debía reunirse a la brevedad en Curimón con San Martín y O’Higgins, donde esperaba el grueso del Ejército. Se dice que los centinelas confundieron el movimiento de los pueblerinos esperando a la caravana con alguna clase de actividad hostil de los realistas, que podían emboscarlos.
Frustrados y sintiéndose rechazados al no llegar los festejados, los habitantes del villorrio dejaron abandonada la fastuosa cena, dando origen entonces al «cariño botado».