“Señor, si tú no necesitas mi honra (fama), yo para que la quiero” (San José María Escrivá de Balaguer)
Por: El Peregrino
Cuántas veces a lo largo de nuestra vida hemos rezado o participado el Viernes Santo en la procesión del Vía Crucis, sin siquiera tener idea en lo que estábamos participando y menos aún qué significaba e implicaba dicha devoción en nuestra vida de creyentes. Esto que experimento debe ser la vivencia de muchos cristianos que “van” “están” pero no tienen la más remota idea de lo que se está hablando o celebrando. Aquí enfrentamos un desafío que nos debe llevar a repensar nuestra pastoral ¿Qué tan formados estamos los cristianos? ¿Cuánto hemos leído y meditado la Palabra de Dios? ¿Cuánto tiempo hemos dedicado a la oración? ¿Cómo marca mi vida semanal la vivencia de la Eucaristía dominical?
Vía Crucis significa camino, senda de la cruz. Acompañamos desde el interior de la escena al Señor, que va recorriendo 15 estaciones cuya culminación será la muerte en la Cruz junto a dos malhechores para finalmente Resucitar y vencer así a la muerte. Este recorrido no sólo es un acontecimiento del pasado, sino que se actualiza en mi vida y en la de todos los creyentes y de la humanidad entera que experimentamos el dolor, la angustia, la soledad, el sufrimiento, el sin sentido de la existencia que nos agobia, nos golpea hasta hacernos caer una y mil veces. Miremos los millones de rostros desgarrados y sufrientes de niños, jóvenes adultos y ancianos molidos y destruidos por la maldad de otros compatriotas ¿Cómo superar, sobrellevar todo esto? La única respuesta es desde: la FE. Una fe vivida, reflexionada, profundizada y, ciertamente, probada a fuego. Sólo así podemos “cargar” la cruz que me toca llevar en los distintos momentos de la vida.
Desde la fe se puede desentrañar aquel misterio que encierra la Cruz: el del amor de Dios por la humanidad. “Mirarán al que traspasaron” (Jn 19, 37) , no es un mirar como quien observa un espectáculo, va más allá del órgano de la visión, sino un descubrir con los ojos del corazón porque de alguna manera toco el Misterio de Dios, y éste no se percibe a simple vista, es necesario “interioridad” para leer los signos y gestos del Padre. Cuando entras en la lógica de Dios tu fe va a ser cuestionada, no por argumentos de razón o a la ligera, sino que parte desde ese encuentro único que tenemos con Jesús a partir de vivir la experiencia de la cruz.
¿Qué queremos vivir entonces? La renovación de nuestro “sí” bautismal y que después ha sido ratificado cuando he recibido la Confirmación momento en el cual se han derramado todos los dones del Espíritu Santo en mí, para seguir madurando mi camino de cristiano, convencido y convincente y seguir con determinación un proceso del cual no quiero claudicar ni huir por miedo, ignorancia, pereza o cobardía.
Bautismo y Confirmación ¿Qué significan para ti? Claro está que la Cruz no la sacamos sólo el Viernes Santo porque ello sería sacar una pieza antigua de museo ¡No! La cruz es algo real, cada día la llevamos a cuestas y tiene muchos nombres: enfermedad terminal, ancianidad, frustración, desprecio, egoísmo, olvido, discriminación de todo tipo, enfermedades mentales, discapacidad, privados de libertad, etc… Si tú quieres puedes completar la lista y te darías cuenta lo larga que es y cuanto nos queda por hacer todavía. Finalmente un dialogo “desde mi cruz” y la “Cruz de Jesús”, la Cruz es pesada, rompe la carne hasta llegar al hueso, nadie puede evitarla y la consecuencia es la muerte. Esa muerte, la de Jesús, en las vida de la humanidad herida en tantos rostros y que claman al cielo ¿qué sentido tiene para ti?. Debes responder con acciones concretas no con meras buenas intenciones.
OREMOS: Padre, iniciamos este camino acompañando a tu Hijo en su entrega a la muerte para salvarnos. Te pedimos nos des la sabiduría para comprender el sentido de la Cruz en mi vida. Conscientes estamos que el camino es doloroso pero queremos recorrerlo. Danos, sí, entereza y voluntad para llegar hasta el final a la Resurrección. Amén