Por Raúl Perry, Jefe de Programas de Fundación San Carlos de Maipo.
En la noche del domingo 12 de febrero fuimos testigos de la fuga de un Centro de SENAME de cinco niños de entre 14 y 17 años. Casi no alcanzamos a indignarnos con la noticia cuando nos enteramos de que los menores habían vuelto al centro, por su propia voluntad, el mismo lunes.
Si bien el centro en cuestión no es privativo de libertad, nos cuestiona esta entrada y salida de los niños: ¿Por qué se llega a la conclusión que es necesario que ellos sean internados? ¿Cuál es la situación que motiva que vuelvan a entrar? ¿Cuál es el plan que tiene SENAME para que estos niños superen la situación que los llevó a la residencia?
Hoy en día más de 11.000 niños y niñas están internados en SENAME. En promedio, los niños permanecen más de dos años dentro de estas residencias. Es ahí donde aparecen las preocupaciones: ¿Es este un tiempo razonable? ¿Podemos asegurar que una vez transcurrido el proceso el niño volverá a vivir en un entorno que lo proteja y no volverá a SENAME? Al parecer no es así: la tasa de reincidencia de SENAME es del orden de 50%, antes de los dos años.
La Fundación San Carlos de Maipo estima que casi el 70% de los menores que se encuentran en SENAME podrían revincularse con su familia de origen o con alguien de su familia ampliada. Si bien este proceso requiere de una intervención terapéutica especializada, nuestra experiencia nos muestra que esta iniciativa podría reducir los periodos de internación a sólo 8 meses, un 73% menos de tiempo dentro de las residencias.
Como país, la preocupación por los cambios que requiere SENAME no puede depender de los titulares en la prensa, sino de una preocupación real por el futuro que encarnan todos nuestros niños y niñas.