Por: Daniel Zamorano Vargas, Kinesiólogo, Dip. en Gestión Pública para el Desarrollo Territorial, Dip. en Liderazgo Social, ex Gobernador de Los Andes.
Septiembre combina de una manera extraña, como muchas cosas de nuestro país, la alegría de las fiestas patrias con el triste recuerdo del golpe de estado y la consiguiente dictadura cívico militar. Esto será así durante décadas y los chilenos y chilenas hemos internalizado disfrutar las festividades con el recuerdo de los crímenes de la dictadura.
Sería ideal, entonces, terminar con esta dualidad y avanzar como sociedad. Sin embargo, esto es imposible mientras exista un grupo de chilenos y chilenas que intenta dar justificaciones directas o indirectas a estas atrocidades. Complica también la postura del actual Gobierno de relativizar los hechos y los fallos del poder judicial que generan impunidad para los crímenes de lesa humanidad.
Mientras sectores de la derecha, menester decir que no es toda, mantengan la defensa de la dictadura, y del modelo neoliberal que ésta impuso en el país, pongan trabas al avance en justicia y verdad y busquen “contextos” para las violaciones a los derechos humanos será difícil avanzar.
Lamentablemente se ha instalado por estos sectores la búsqueda de “contextos” a la muerte y la violencia, planteando que el golpe era inevitable por la desestabilización del país, obviando que ésta se produjo con intervención extranjera, como lo demuestra amplia documentación desclasificada, y olvidando, intencionadamente, que el presidente Salvador Allende fue elegido democráticamente y que en las elecciones parlamentarias previas al golpe la Unidad Popular aumentó su votación.
También ponen en una ficticia balanza el número de estas violaciones y las intentan comparar con otros países lejanos (siempre los que defienden la dictadura buscan llegar con sus argumentos a países lejanos). Como si las violaciones a los derechos humanos se pudieran empatar o transar.
Estas defensas y contextos no solo contrastan con la verdad demostrada por diversos informes nacionales e internacionales que confirman las graves violaciones a los derechos humanos de miles de compatriotas, si no que impiden cualquier posibilidad de sanar las heridas de nuestra patria.
En conclusión, mientras un sector de Chile justifique los horrores, no errores, de la dictadura y olvide cruelmente que hasta hoy existen más de 1000 compatriotas detenidos desaparecidos, la reconciliación será una quimera. Solo cuando exista verdad, justicia y reparación, sin defensas de la dictadura, podremos disfrutar de un país que nos cobije a todos en paz, que recuerde para no volver a errar y que se proyecte hacia una sociedad de plenos derechos y deberes, donde nadie pueda pensar en volver a usar la violencia para cambiar un gobierno democráticamente electo.