Eugenio Astudillo Leal
Un sobrio, singular y especial celebración del Día de las Madres sucedió el domingo en Los Andes, Chile, y así como también en otros varios países del mundo, que tradicionalmente celebran con bombos y platillos esta especial fecha, cargada de emotividad y regalos materiales, dedicados a ellas, las reinas del hogar, todas las –Mamás del mundo.
La conmemoración de este especial día en nuestro país obedece; a parte de lo comercial, a un Decreto Supremo N° 1110 del Ministerio del Interior, del año 1976, ocasión en que se fijó, legalmente, el día 10 de Mayo de cada año, como fecha de conmemoración del “Día de la Madre”, celebración que anteriormente se recordaba en el mes de Octubre de cada año, como parte de la Semana del Niño, que era organizado por Rotary Internacional. En la redacción del mencionado Decreto se establece un día del mes de Mayo para celebrar a todas las madres del país “por el alto valor que la familia representa para el pueblo de Chile”. Desde ahí, en la práctica, siempre ha sido el segundo domingo del mes de Mayo, el que a veces coincide con el día 10, en que, aprovechando el festivo, tradicionalmente se reúnen las familias a brindarle un merecido homenaje a las mamitas criollas.
La celebración de este día tiene un origen mitológico en Grecia, con las festividades de la diosa Rhea, madre de los dioses Júpiter, Platón y Neptuno, pero fue al principio del siglo XVII, cuando en occidente, específicamente en Inglaterra, se comienza a celebrar el cuarto Domingo después de cuaresma el “Día de las Madres Trabajadoras”, eximiendo a ellas; solo por ese día, a no ir a sus trabajos para que sus hijos las festejaran con tortas, de acuerdo a la tradición.
A casi un siglo de este importantísimo acontecimiento, nuestro país y el mundo entero, han debido celebrar el día de nuestras queridas madres, dentro de todos los formatos y protocolos sanitarios que el control de la Pandemia del Coronavirus nos obliga, no pudiendo como consecuencia, ir hasta los camposantos a ver a las mamitas difuntas, no poder visitarlas; como hasta hace un año, a nuestras madres aún vivas, pero en rangos de edad de adulto mayor proclives al contagio, todo con el fin de proteger sus vidas, y así conservar el privilegio de tener presente a nuestras madres en el día a día.
Pero, aunque sea de mal consuelo, como andinos y chilenos, la gran mayoría las familias respetó todas estas limitaciones, convencidos de la dulce esperanza de poder seguir disfrutando de ellas, y así protegerlas, con toda el alma y el corazón frente a esta desgraciada epidemia que arribaba convencida de arrebatarnos una de las imágenes más queridas y emotivas de nuestras vidas: La Madre. Cuídense mamita….Las queremos mucho… ya podremos abrazarte de nuevo. Dios las bendiga mamitas.