Por: Dr. Denis Panozo Villarroel
Un nuevo concepto, otro nombre a una patología que en estos últimos años ha tomado relevancia, principalmente entre las mujeres por la relación que guarda con el estrógeno (hormona femenina). En 1988 Reaven, acuña el termino Síndrome x para un conjunto de características clínicas y de laboratorio que habían sido descritas inicialmente en 1956 por Vague, y que subsecuentemente ha sido denominado síndrome x, síndrome de insulina resistencia, síndrome de obesidad central y por último es mas conocido como el síndrome metabólico (SM). Este parece no ser una entidad única, sino más bien una constelación de factores de riesgos que en conjunto condicionan un aumento sustancial del riesgo cardiovascular, por encima de los factores de riesgos tradicionales.
Los componentes del SM incluyen acumulación de grasa visceral (obesidad central), resistencia a la insulina, hipertensión arterial y dislipidemia (colesterol y triglicéridos altos).
Los criterios diagnósticos, definidos por entidades científicas son de fácil obtención, incluyen medición de la circunferencia abdominal, perfil lipídico, presión arterial y glicemia en ayunas, requiriéndose al menos tres de ellos para hacer el diagnóstico. Se estima que el SM afecta a un 20-30% de la población en edad media de la vida, incidencia que va en aumento debido probablemente al aumento de la obesidad y sedentarismo.
La etiología del SM es desconocida, se piensa que obedece a varios factores, y algunos autores piensan que la fisiopatología subyacente esta relacionada con la obesidad vísceral y la resistencia a la insulina.
Se observa dos patrones de distribución de grasa corporal, uno en que la acumulación es de predominio intraabdominal, también llamada androide o tipo manzana, y otro, de predominio glúteo femoral, llamado ginecoide o tipo pera.
La distribución androide de grasa corporal emerge como un factor de riesgo cardiovascular, independiente de la obesidad general y se asocia a un riesgo elevado de diabetes mellitus, hipertensión arterial, colesterol alto y por ende enfermedad cardiovascular.
Los estrógenos promueven el depósito de grasa glúteo femoral y la baja de esta hormona que ocurre en la menopausia favorece los depósitos de grasa intra abdominal.
La tendencia del ser humano y especialmente en la sociedad occidental moderna, es a un aumento de peso progresivo con la edad, que obedece principalmente a diferentes factores culturales, siendo los más importantes el tipo de alimentación y el sedentarismo, además de cambios endocrinológicos.
El tratamiento del SM se basa en dos pilares fundamentales, cambios en el estilo de vida y terapia con medicamentos. La baja de peso y la actividad física son elementos claves en el estilo de vida para el manejo del SM, ya que con disminuciones de peso moderadas se logra reducir la insulina resistencia por disminución de la grasa visceral. A su vez, el ejercicio físico favorece el mejor manejo de la glicemia sanguínea ya que favorece la sensibilidad a la insulina. El ejercicio debe ser persistente en el tiempo, de baja intensidad y con una frecuencia de 3 a 4 veces a la semana, para lograr mantener en el tiempo un peso adecuado y disminución de la grasa visceral.
En la terapia con medicamentos, a veces son necesarios porque estos son fundamentales para lograr un equilibrio en los niveles de colesterol, triglicéridos y los niveles de glicemia sanguínea.