Por: Hno. Ángel Gutiérrez Gonzalo
MAMÁ, ESTOY EMBARAZADA
El embarazo tempranísimo de una hija es uno
de los sucesos que más conmoción puede causar a
una familia: se produce por sorpresa,
de golpe, y sus consecuencias son importantísimas.
Después de días de angustias, de dudas, de manejar cientos de planes descabellados, y antes que la evidencia se abra paso, la hija se decide a confesar a sus padres la situación: el embarazo no deseado, el embarazo demasiado prematuro, el embarazo fuera de todo programa.
Tras los primeros momentos de desconcierto, de reproches cruzados en todas direcciones, de los padres entre sí, de cada uno de ellos contra la hija, de ésta contra sus progenitores, de todos contra el padre de la criatura, ha de llegar el momento de la toma de decisiones. ¡Y vaya decisiones, por su contenido, por la falta de preparación y por la urgencia que traen!
La cosa es seria. No es consuelo que los embarazos prematuros sean demasiado frecuentes por desgracia; no estoy hablando de estadísticas sino de sucesos que afectan a personas concretas y a familias concretas.
Y es un hecho grave porque toca, de manera profunda, a aspectos centrales del individuo y del grupo; y el menos importante, aunque en un primer momento sobre todo a los padres les puede parecer el hundimiento del mundo, es su repercusión social, el qué van a decir, el poder o no poder volver a salir con la cara alta por las calles de la ciudad.
El primer aspecto importante es la creación de un nuevo ser, la aparición de una nueva persona, de una nueva vida, un elemento irrepetible, un individuo que va a tener desde ese momento sus sensaciones, sus sentimientos, su papel para consigo mismo y para los demás.
Cambio de vida. Seguramente, el siguiente componente en importancia, dentro de este drama inesperado, sea el cambio brutal, radical, del plan de vida de la jovencita madre. El diseño que estaba en su cabeza hasta entonces viene ahora a tambalearse: la senda intuida de estudios sin más agobios que los habituales, trabajo, Dios mediante, familia cuando se den las circunstancias para ello… Todo hay que replantearlo: quizá haya que suspender los estudios o tal vez no, centrarse durante meses y años en la criatura, aguantar el estigma social, hacer planes distintos para el medio plazo; la sima, que se acaba de abrir bajo sus pies ni permite pensar más allá de mañana mismo.
También los planes de los próximos abuelos queden conmocionados, pero es importante señalar que este párrafo viene detrás y bien detrás de los dos anteriores. La niña de sus ojos en quien pusieron miles de ilusiones desde la cuna, a quien educaron como mejor supieron, ha transgredido el que posiblemente sea el primer tabú de las sociedades más establecidas. Y ahora hay que cambiar todo, tomar decisiones sobre la casa, el dinero, el tiempo libre, el respeto de los vecinos.
¿Estamos preparados para enfrentar y asumir dichos sucesos?