Por: Daniel Sánchez Brkic, psicólogo y académico Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Central
La reciente decisión del alcalde Joaquín Lavín de eliminar las tareas escolares hasta octavo básico viene, al parecer, en la senda correcta, aunque se ha señalado que se reemplazarán esos horarios por talleres extra programáticos. Esto se une a otras iniciativas a nivel mundial que intentan revertir el exceso de tareas fuera del espacio escolar. El senado chileno aprobó ‘en general’ en octubre de 2016 un proyecto de eliminación de las mismas; también se han sumado clamores desde la OMS, ONU, Francia y Bélgica, entre otros.
Si bien es cierto, la decisión resulta interesante, no habría que olvidar el sentido que tiene una tarea fuera del espacio del aula, pues permite la profundización de aspectos cognitivos, sociales y afectivos en los estudiantes. Una cosa es el abuso de las tareas escolares, otra muy diferente es la ausencia y eliminación de las mismas. Quizá habrá que pensar en una adecuada cantidad y profundidad de éstas.
Al respecto cabe siempre pensar en lo que sostiene la psicología en estos temas, ya sea desde una mirada muy rigurosa a una orientación más bien emocional y afectiva.
Da la impresión que las tareas escolares bien contextualizadas pueden colaborar con el establecimiento de relaciones de los niños con sus padres, su entorno y la comunidad toda. Sería extraño pensar que una tarea escolar que diga relación con el diseño de un proyecto familiar -como por ejemplo de reciclaje en la casa- que el niño debe construir y desarrollar en conjunto con sus cercanos, fuese una mala decisión. Años atrás había que mantener un poroto en observación aplicándole luz para ver lo que sucedía, algunos recordamos con cariño esa época de trabajo con los padres.
Habrá que recordar que los niños (en especial hasta los 14 años aproximadamente) desarrollan un conjunto de habilidades cognitivas, sociales, afectivas y motrices que le son vitales para su desarrollo. Los niños asisten gran parte del día en el espacio escolar (los que asisten). Habría que detenerse entonces a pensar en la calidad de sus aprendizajes, pues una cuestión es el excesivo abuso de tareas, otra cosa diferente es que las tareas sirvan para que los profesores refuercen sus contenidos fuera del espacio del aula.
Cabe entonces la pregunta respecto de si el tema es más bien estructural, pues tenemos profesores muy mal remunerados, con una carrera docente poco clara, bonos de incentivo al retiro que sólo pervierten el sistema, ajustes de leyes (SEP fundamentalmente) que sirven como subterfugio de otras prácticas y, de otra parte, la competencia desmedida en un paradigma marcado por números, cifras, resultados y pocas veces centrado en los procesos de mejora real. Se exige de manera absurda que los niños respondan, eleven estándares, en proyectos educativos centrados en la competencia y el empleo, producir para el país, etc. y pocas veces se detienen a pensar en lo que los niños y educadores necesitan.
La verdad hay quienes queremos cambios en el sistema educacional, quizá no eliminando las tareas sino más bien matizándolas, distribuyéndolas en su medida justa y otorgándoles un sentido de crecimiento para nuestros niños y jóvenes.
Las palabras del alcalde Lavín en todo caso resultan más esperanzadoras que aquella aberración en la que se catalogaban los colegios con semáforos, al parecer con las tareas hay una luz verde que nos permite avanzar.