Por @rodrigosolo
Con un móvil pensé que sería el tipo más bacán. Era un Ericcson T10 azul. Hace unos 20 años atrás mandaba sms y “hablaba por teléfono”. Así comenzó todo.
Pero ahora el maldito aparato está adherido a mi mano. Si se me queda en casa, chuta, habrá que buscarlo de vuelta; si se descarga, me siento junto a un enchufe; si se rompe el vidrio, horror esas astillitas tajan los dedos al escribir encima.
Busco desconectarme, y sucede cuando me ducho. Es que debo ingresar al aparato smart que lo sabe todo.¿Qué pasó en ese tiempo, qué dejé de saber? Ansiedad, nano dependencia, quizás una psicosis telefónicus.
Ahora veo que todos están con esto mismo. (Para no sentirme mal yo.) Estamos esclavizados, adheridos como un magneto a este aparatito que lo controla todo, que me dice al oído lo que tengo que hacer, me cuenta lo que están haciendo los otros en las redes “sociales”. (Sé más de mis hijos por ahí que hablándoles. Llévenme a la hoguera, me auto denuncio.)
¿Y si al escuchar el ring a todos nos sonase un código que nos hiciera machacarnos contra las paredes, nos transformara en walking dead?
…. Pues sería el comienzo de la novela The Cell.
Si el aparatito te tiene esclavizado: llegó la hora de leer este libro. Ojalá salgas vivo.