HNO. ÁNGEL GUTIÉRREZ GONZALO
El 5 de septiembre de 1997, a las seis de la tarde el mundo se conmovió por la muerte de la Madre Teresa de Calcuta, acaecida en la sede de su Congregación religiosa, Las Misioneras de la Caridad. Nació en Albania el 26 de agosto de 1910. Su nombre secular era Agnes Gonxha Bojaxhiu.
Su biógrafo, José Luis González Bolado, cree que “indudablemente ha sido la persona más admirada y más amada del siglo XX. Vivió para los demás y se olvidó totalmente de sí misma. Hizo lo posible por hacer felices a otros y tuvo una razón profunda de infelicidad en el hecho de que no pudo volver a abrazar a su madre, ni a su hermano, porque el gobierno de Albania, su país natal, no le permitió volver a pesar de que su madre suspiraba por abrazarla antes de morir”.
Afirma, además, que su influencia se dejará sentir durante años.
Estimados lectores: Esta “diminuta gran mujer, santa de los desamparados, ángel de los pobres, incansable testigo del Evangelio de la esperanza, del amor y de la vida” llegó a los lugares donde no llegaron los organismos internacionales de solidaridad. Madre Teresa de Calcuta llegó donde sólo llega el amor verdadero, aquel que ve en cada hombre a un hijo de Dios, al mismo Cristo.
Fue feliz entregándose a los demás; los necesitados han vuelto a ser felices al percibir la entrega que les dispensaba. La Madre Teresa ha llegado a la presencia de Dios con las manos llenas.
La figura de la Madre Teresa nos invita a reflexionar sobre los valores permanentes, en medio de este mundo consumista en que vivimos, donde la cultura del tener prima sobre la cultura del ser.
La conciencia de la Humanidad, nuestra conciencia, no puede estar tranquila ante los pecados de omisión e indiferencia que nos saca a la luz la Madre Teresa. Cuando seamos examinados en el amor veremos cuáles fueron los valores verdaderos.
Cuando pase un tiempo, quien permanecerá en la memoria de los hombres como referente obligado será una mujer que, sin buscar nada a cambio, se entregó sin límites a los solos y abandonados, a los leprosos y enfermos, a los niños de la calle, dándoles de comer con sus propias manos y curándoles las repugnantes heridas. Esa mujer es y será Santa Teresa de Calcuta, la “santa de los pobres más pobres del mundo”. Que su testimonio nos ayude a hacer felices a los demás, especialmente a los más pobres y abandonados.