Por: @rodrigosolo
6.25 am. Acabo de terminar de ver una mansa película. Sí, sí, les voy a contar porqué:
En primer lugar habla de pasión, de hacer tu oficio con ganas, a ciento veinte kilómetros con la pata a fondo, sudar, destinar la energía a lograr el objetivo, cualquiera que sea.
En segundo lugar -esta película de Tom Hanks con Meryl Streep- toca la fibra a algo que nunca olvidaré que me dijo hace años mi socio, con su mirada directa, el bigote que llevaba, y su modo coloquial de usar frases bien castizas: «Siempre sé tú, Ramón, no andes de hipócrita por la vida, aunque al resto no le guste o no entienda tu locura, Ramón». (La verdad nunca me he llamado Ramón, pero él déle con decir algo fonéticamente similar, jaja). Y es una verdad del porte de un buque: sé tu no más, auténtico, gústele a quien gústele.
En tercer lugar, la película en cuestión habla de algo re importante: las autoridades están al servicio de uno, y no al revés. Uno a veces les adula, les cede el asiento, y les acepta el pauteo de las preguntas y no pisar callos porque nos cortan el contrato, la concesión, el saludo. Pero lo que buscan las autoridades es que seamos un instrumento de ellos si somos periodistas o seamos una herramienta útil en «la territorial“ si somos dirigentes de nuestra junta de vecinos. En esto la película es clarita con los tironeos sociales que vive Meryl Streep con su diarito llamado Washington Post.
Finalmente debo concluir que este film es buenazo y tienen que verlo porque aparecen muchas máquinas de escribir antiguas (Royal, Smith Corona, y creo haber visto una Olympia en la casa de Hank), toques de época bien logrados, harta dosis de suspense y de secretismo. La pasión, el ser auténtico, y el entender que la prensa debe servir a los gobernados, no a los gobernantes, hacen un mix de elementos que a ustedes, los lectores, los condena a descargarla si ya llegaron a esta línea:
(The Post.
La dirige un chico Spielberg, bien famosillo, también. Está en Netflix.)