Por: Nelson Venegas Salazar, Alcalde de Calle Larga, Miembro de la Comisión Ejecutora del Monumento a Pedro Aguirre Cerda
Corría el año 1879, el áspero y tenso aroma de la guerra penetraba en todos los rincones de la Patria. La tensión se hacía presente en todos los hogares y, en una pequeña localidad del Valle del Aconcagua, más sencillo que un caserío, el alarido de un niño que nacía rompía el ambiente entre los llantos de una madre emocionada que recibía al séptimo de once hermanos.
Cuesta imaginar que aquel pequeño e inquieto niño de campo, huérfano de padre a temprana edad, tan lejos de todo, a un día en carreta de Santiago, en un poblado sin agua, sin luz, de calles polvorientas o cubiertas de lodo, pudiera empinarse sobre todas las dificultades que le impuso el destino. A lomo de mula asistía a secundaria en la vecina San Felipe, a 20 kilómetros de su natal Pocuro, en Calle Larga.
Radical, profesor y masón en un comienzo, pudo continuar sus estudios de derecho y graduarse becado en París como experto en derecho administrativo. Consciente de la importancia de la educación, adoptó de su admirado maestro Valentín Letelier como lema de vida el “Gobernar es Educar”, que después haría famoso en todos los rincones de Chile en su campaña presidencial. Más tarde, como diputado y ministro en el parlamentarismo, sacó adelante la Ley de Instrucción Primaria, donde el Estado se obligaba a otorgar educación a todos los niños, desafío resistido por los sectores conservadores de la época que necesitaba mano de obra en sus campos, bajo la mañida y conocida excusa de la libertad de enseñanza en cada hogar y no por el Estado. Historias siempre repetidas.
Ministro del Interior en el primer mandato de Alessandri, de quien en la campaña del 38 sería adversario irremediable, cuando este apoyaba la candidatura de su exministro, el terrateniente Gustavo Ross Santa María. Defensor del derecho a voto de las mujeres junto a Elena Caffarena y su amiga de toda la vida, Lucila Godoy Alcayaga. Fue elegido Presidente por el Frente Popular en diciembre de 1938. Protector de los desterrados españoles a quien encargó traer a Chile en el Winnipeg, al cónsul Pablo Neruda. Promotor indiscutido de la educación, la que debía ser gratuita, laica y democrática. Creador del seguro de vida de los bomberos, fomentó la agricultura y la enseñanza técnico y para la industrialización urgente del país. Creador de la Corfo, que permitió la industrialización y sustitución de importaciones que perduró como proyecto político y económico hasta la década de los setenta. Todas estas iniciativas han transformado a este hombre en un estadista de proyección visionaria y uno de los presidentes más importantes de toda nuestra historia.
Pedro Aguirre Cerda, el eterno enamorado de su esposa y compañera doña Juanita Aguirre Luco, hija del otro gran callelarguino, José Joaquín Aguirre, la que inauguró las navidades para los niños pobres que hasta el día de hoy se mantienen, representa lo mejor de nuestra patria, por sus valores de tolerancia, espíritu democrático, pluralismo y tenacidad en la defensa de sus ideas.
Hoy martes volverá en bronce y gigante a La Moneda, con su sonrisa y pañuelo en sus manos, saludado a cientos que sabrán de su existencia y de su ejemplo.
La felicidad y el orgullo embarga a nuestro pueblo callelarguino, que sabrá que uno de sus hijos, el más valioso, estará para siempre en el lugar más importante de la República, como símbolo señero, que la gente de provincia y de origen campesino también puede otorgar lo mejor para los destinos del país y, a la vez, nos recordará a todos los chilenos, la persistencia de sus ideales, tan necesarios ahora, como cuando tuvo que asumir el desafío que le impuso su destino.