Por: Franco Contreras
El dinamismo de la naturaleza nos introdujo a la fuerza en el cambio climático, es inverosímil ver como en el entorno todavía hay quienes creen que todo seguirá igual. Desde una perspectiva romántica podría pensar en gente inundada de nostalgia que se ve a si misma corriendo por el campo un soleado día de verano y chapoteando un lluvioso invierno, al tiempo en que una preocupada madre los llama para acariciarlos con una once calentita, entre sopaipillas y té.
Un día crecimos y nos dejamos agasajar por la impresión de un mundo estático, un planeta y sus recursos “infinitos” a nuestros pies, donde diariamente una brisa matutina dejaba en nuestros labios los sabores de ese amanecer y la luz del sol abrazaba nuestro rostro como si lo viera por primera vez, entregándonos la energía y entusiasmo para correr, trabajar y amar. Nos acostumbramos y dejamos de atender los detalles que propician el balance, ahora los sabores tornan en la amarga expresión de un rostro apagado.
Pero la luz cae de manera distinta en mi habitación y lugares sombríos de antaño encuentran un momento para brillar, de esta misma forma todo hace presumir un reordenamiento en el que definitivamente prevalecerá el planeta, reduciendo todo a unos delicados movimientos que repentinamente se tornan bruscos, en la justa medida para cambiarlo todo y sumergirnos en nuestros más terribles temores.
La oportunidad está en reinventarnos como la música, para que la tinta siga fluyendo hacia el pentagrama y libros de historia, permitiéndonos emerger renovados en un dibujo con expresiones nuevas y continuar contando al futuro nuestras aventuras, errores y aciertos.