Un Político Cristiano “en la Medida de lo Posible”

Un Político Cristiano “en la Medida de lo Posible”

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Por: Rodrigo Larraín, Académico Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Central

La muerte de Patricio Aylwin permite sacar algunas conclusiones sobre el rol de los creyentes en política, especialmente en estos días en que pareciera que los creyentes debiéramos pedir permiso por serlo. Al revés de los que se escucha, la religión no pertenece al ámbito privado o de la conciencia, los valores que surgen de la mayoría de las religiones están hechos para expresarse públicamente. Si no actuáramos en política, para hacer progresar la sociedad de acuerdo a los principios cristianos, seríamos unos inconsecuentes ya que no existe un ámbito de la vida donde no debamos cumplir con nuestra moral.

En estos tiempos de renuencia, o de renuncia a hablar de valores absolutos, Patricio Aylwin logró negociar, a veces excesivamente, para alcanzar el valor de la paz y, más adelante, en un gesto quizás el más noble de su mandato, luchó por la vida, por la vida arrebatada vilmente, por el dolor no dicho y por la dignidad de las víctimas. Ese acto sólo lo engrandece. Porque el deber de los cristianos es luchar por hacer visibles los valores del Evangelio. Gobernando en alianza con personas con otros valores logró hallar coincidencias en las que se pueden encontrar coincidencias con el cristianismo.

¿Por qué Patricio Aylwin es un político cristiano? En primer lugar, porque fue capaz de reconocer el inmenso error de haber apoyado el golpe de Estado. Lo dijo de distintas maneras, más suave y sutil o explícitamente, segundo, porque efectivamente se preocupó de los pobres y su corto gobierno sacó a muchos de la extrema pobreza: tercero, por último y no fue todo lo que se puede decir de él, constituye la Comisión Rettig -Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación- para el esclarecimiento de la verdad sobre las graves violaciones a los derechos humanos cometidas durante de la dictadura. De ese modo y en consonancia con su fe y sus convicciones, empuja una verdadera vuelta a los valores éticos en la sociedad, tan gravemente amagados.

De otro lado vale la pena referirse a las críticas que, enconadamente, algunos expresan, muchos de los autores de ellas tienen conmigo afinidad política, pero en este caso cometen una verdadera injusticia argumental. En primer lugar está la famosa expresión de don Patricio “Justicia en la medida de lo posible”. ¿Tiene algo de malo la frase? Claramente no, se está diciendo que se hará justicia dentro de las posibilidades que se tienen, una promesa que no se haría menos. ¿Cómo sería una justicia que no fuera en medida de lo posible, una justicia imposible, acaso? Es una frase criticada con mala fe, pues nadie está obligado a lo imposible; y de eso sé, pero tiene un costo en vidas y dolor altísimo y al final no se obtiene nada. Por otra parte, las medidas de las posibilidades las daban los tribunales de justicia que teníamos.

También ha habido una crítica delirante. Dos ejemplos, una que atribuye a Aylwin la calidad de “intelectual orgánico del capitalismo internacional y de la burguesía criolla”, que sabía exactamente cómo iban a discurrir los gobiernos posdictatoriales. Más que intelectual, el expresidente parece un futurólogo.

Otro listillo es extemporáneo, le atribuye a Aylwin todos los errores, traiciones e inconsecuencias de los posteriores gobiernos de la Concertación. Se trata de una irritación amparada en la juventud de quien la expresa, pero es un absurdo. Es decir, estos cuestionamientos se basan en una supuesta conspiración que vendría de muy atrás y en la que Aylwin jugó un rol en las sombras moviendo los hilos. Es absurdo, porque él fue la carta presidencial de la oposición poco tiempo antes de ser elegido. Se le podrá criticar por muchas cosas, podremos estar de acuerdo o no con las decisiones que tomó hace cuarenta y tres años, pero en su conciencia operó el principio cristiano de que se debe mantener siempre la supervivencia de la sociedad.

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