El 21 de septiembre, marca dos sucesos diferentes. El comienzo de la primavera, como parte de nuestra cultura estacional y, el día del Trabajador Radial como parte de nuestra cultura e historia.
De ésta Compañera Necesaria,
mucho se puede hablar. Programas, voces, locutores que marcaron muchas generaciones, radioteatros (Lo que cuenta el viento ¿lo recuerda? o, aquellos que eran una especie de Cine en su casa donde el auditor construía con su imagi- nación los escenarios y personajes, según la voz que escuchaba)
Los partidos, los clásicos y los mundiales de fútbol se escuchaban por la radio. Incluso en muchos lugares de Chile, el mundial del 62’ fue seguido por medio de las radioemisoras. Las regiones más extremas debían sintonizar el partido y usar la famosa “onda corta”…
Quiero que imagine lo inimaginable (pienso en las nuevas generaciones). Una transmisión, en los años 30 ́y 40 ́suponía un enorme trabajo y despliegue de cables por tierra y vía aérea (usando los postes). Si se transmitía un partido de fútbol y una parada militar, eso suponía varios días de tra- bajo tendiendo cables para llegar desde el punto de transmisión a los estudios de la radio emisora. Tanto era el trabajo, de tender kilómetros y ki- lómetros de cables, por ejemplo, pensando en la parada militar de aquellos tiempos que, los dueños de las radio emisoras, le dieron un día de descanso a todo su personal. Así nació, en Chile, el día del trabajador radial un 21 de septiembre del año 1942.
Hoy un computador programado queda funcio- nando toda una noche con música y comerciales. Antes era una persona que trasnochaba.
Antes, el programador, debía correr en el estudio radial para poner un determinado tema, guardar el disco de vinilo, sacar otro y sacarlo al aire. Ter- minaba agotadísimo. Hoy los temas musicales están guardados en un disco duro y se necesita una sola persona.
El Locutor, lector de noticias, el conductor de un programa sigue siendo irreemplazable. Pero, tras
él, hay varias personas que trabajan para que todo funcione bien: el equipo de prensa, los periodistas, quienes hacen las notas en terreno, los relacionadores públicos y los de la plana comercial, entre otros.
La Radio, con todos los adelantos de la tecnología, sigue siendo la Compañera Necesaria, en un auto particular, en un colectivo, en una micro, en el trabajo, taller, en los tra-
bajos agrícolas de temporadas bajo los parrones, en los estadios.
El Locutor y la Radio siguen siendo imprescin- dibles y el espacio donde los auditores pueden interactuar y comunicarse con muchas personas. En las zonas más extremas, la radio es un impor- tantísimo medio de comunicación. Pareciera, es allá, donde el tiempo se encuentra detenido. Se puede escuchar lo siguiente: “Don Pedro dice que le esperen a la bajada del bus con la carretilla porque trae tres sacos de harina. Llega como a las 18 hrs”. Eso, aún se escucha en algunas radios en el sur de Chile. Ni hablar de las radios de la zona más extrema del sur, en las islas. Asunto similar se dan en las radios comunitarias de nuestro valle y ciudad.
En nuestro valle, la Radio acerca personas, ayuda en la búsqueda de trabajo, tienen un rol eminen- temente solidario y social, informativo, cultural y de entretención.
A propósito de esto, me permito citar dos extrac- tos del Código de Ética de la ARCHI.
El primer extracto se refiere a los principios: (…)”La radiodifusión, en el ejercicio de su rol de informar, entretener, y entregar cultura y educación, ejerce una gran influencia sobre la sociedad que se ha traducido en altísimos niveles de credibilidad y audiencia”(…)
El segundo extracto, hace alusión a la Respon- sabilidad donde expresa que (…)”La cobertura de eventos catastróficos o de conmoción pública debe hacerse con veracidad, pero evitando todo sensacionalismo que pueda causar confusión, pánico o alarma publica.”(…)
Vaya, entonces, mi reconocimiento, agrade- cimiento por su trabajo y saludos a todas las personas que trabajan en las Radioemisoras de nuestro valle y país.
Que sea feliz.
Por: José Ramón Toro Poblete, Profesor, Liceo Max Salas Marchán