Una Demanda Sistémica, frente a Medidas Paliativas y Comunicacionales

Una Demanda Sistémica, frente a Medidas Paliativas y Comunicacionales

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Por: Abel Cortez Ahumada

El actual movimiento social-nacional surgió de una escena imprevista. No pensada políticamente. Se gestó de forma rápida, expresiva, disconforme, socio-colectiva. El hecho de que se hable de pueblo y todos los movilizados usen ese vocablo, desde los sectores medios acomodados hasta los grupos más pobres, es una señal simbólica consistente con una demanda amplia y mayoritaria proveniente del conjunto de la ciudadanía que, en todas y cada una de las dimensiones de la vida, sufren las condiciones de desigualdad y abuso presentes por décadas y siglos en el país.

Es un movimiento que demanda un cambio de fondo. Respuestas y acciones que mejoren las condiciones de vida de la población, aquellas disposiciones públicas que despliegan el Estado y la Sociedad para el desarrollo de grupos y personas. La sociedad chilena no resiste más su configuración económico-política neoliberal, que genera malestar, abusos y desigualdades de todo tipo. Por eso, la demanda es tan transversal y tan global. Es una demanda sistémica. No la disparó nada en lo particular. A esta altura, la tarifa del metro es ya un indicio, una seña que enterró la aguja sobre un globo repleto de sufrimiento y descontento.

Los recientes anuncios del Presidente Piñera, en sus objetos, temas y contenidos, son -nuevamente-más medidas paliativas y ya conocidas. Muchas de ellas estaban en el Congreso o fueron anunciadas en su programa de Gobierno. Siempre las ayudas son bienvenidas para la desastrosa condición de los jubilados, de los enfermos críticos. Para distraer a la opinión pública, se realizó un cambio de ministros que dejó todo más o menos donde mismo. La agenda que marca el Gobierno, claramente no está a la altura de la demanda, de su globalidad y complejidad. Interesante el impuesto a los que ganan más de 8 millones al mes (aunque ahí juntamos al médico exitoso y a los empresarios dueños de Chile), o cierta redistribución respecto de los fondos municipales desde las comunas más ricas hacia el resto. Pero, en general, son propuestas acotadas, para mejorar o aumentar marginalmente ciertas condiciones, por ello no generaron la desmovilización esperada.

El Gobierno y su coalición deben entender que el problema no es tanto la gestión política gubernamental, sino más, bien la estructura político institucional que genera exclusiones de todo tipo.

La ciudadanía en la calle quiere grandes reformas (Nueva Constitución, No + AFP, no más abusos, más igualdad, congelamiento de tarifas, aumento del salario mínimo, etc., etc.). Muchas son de mediano plazo en su implementación y tocan grandes intereses. Por eso, se requiere también dar señales concretas de corto plazo: “que tire algo bueno” se escucha en las marchas. Congelamiento de tarifas y precios en servicios básicos por algunos años, subida significativas de las pensiones, aumento del salario mínimo a una cifra decente, desechar la reintegración tributaria para no favorecer a los más ricos, unas más simbólicas, como la baja de dietas parlamentarias y de altos funcionarios públicos, todas ellas medidas que impacten a nivel comunicacional y la vida de las personas. Al mismo tiempo, debe anunciar el inicio de procesos de mediano y largo plazo, como la definición de una Nueva Constitución, pensar un nuevo modelo previsional, nacionalización progresiva de recursos y provisión de bienes básicos, de impuestos a los super ricos y las grandes empresas, etc.

Pero, hay un problema no menor. El Presidente tiene sendas trabas como líder y como persona. Es un animal político, sin duda. Pero, primero, es un gran empresario, de los más millonarios de Chile y el mundo. Su ADN no está por anunciar, ni siquiera esbozar, un planteamiento con esas banderas de cambios estructurales para modificar el modelo neoliberal. Pero son precisamente esas medidas las que se demandan desde el movimiento nacional-popular.

A esta encrucijada, se suma un mundo político perplejo y aún confundido. Ahora, todos son más progresistas, están por el cambio y reconocen la desigualdad. Pero en general, aún no pueden esbozar líneas de acción para salir de la crisis. Nuevamente, surge el empate. Los parlamentarios de Chile Vamos piden ponerse de acuerdo en ciertos mínimos, acusando de no querer negociar a aquellos que buscan reformas más amplias (que recogen las demandas ciudadanas). Pero, esas negociaciones cortas y porcentuales, que busca sobre todo la Derecha, no mejorarán sustancialmente las condiciones de vida ni cambiarán las estructuras de desigualdad y abusos.

Después de diez días de movilización, si la salida es más de lo mismo, un parche aquí y otro allá, un nuevo estallido social quedaría a la vuelta de la esquina. Posiblemente más violento, por la frustración de ver que este gran movimiento fue ignorado.

Varias demandas quedarán en el papel. Es cierto, pero el Gobierno tiene la posibilidad de redimirse y subir su respaldo entregando medidas concretas y de fondo. El anuncio del camino de una Nueva Constitución, en lo personal, desde una Asamblea, sería un gran logro. Llamado a elecciones anticipadas en todos los niveles, como salió en un Cabildo en el que participé, también podría ser una salida, para que los nuevos representantes se les entregue un mandato de cambios.

La cosa se ve difícil. El Gobierno trata de desgastar el movimiento, llevando el conflicto a un Parlamento y a la pirotecnia comunicacional del cambio de gabinete. El movimiento social quiere respuestas estructurales y rápidas. El Congreso y sobre todo los parlamentarios oficialistas, tratarán de mediatizar, ralentizar y empatar las acciones, para filtrar toda pretensión estructural. Claramente no estarán todas las medidas esperadas por el pueblo, pero claramente el Gobierno debe entregar mucho más. ¿Hasta dónde? ¿En qué sentido? ¿Con qué prioridades? No se sabe a ciencia cierta.

Sin embargo, en toda democracia se espera que las propuestas nacionales del movimiento social sean integradas en plataformas políticas con base ciudadana, que busquen el poder para transformar Chile. Esta inflexión histórica de la sociedad chilena tendrá ahí, en las elecciones, una nueva toma de decisiones estratégicas. La ciudadanía deberá analizar crítica y reflexivamente programas y propuestas, no quedarse en la imaginería del marketing político. Ya supimos que no venían “tiempos mejores”. Se deberá votar masivamente por aquellos que adopten estas banderas. Siendo así, la abstención no podrá ser opción.

Ahora, esperar que el Gobierno pueda dar claras señales de que supo escuchar, de verdad, las manifestaciones y sus demandas.

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