Por: María Pilar Calderón, decana Facultad de Educación, Universidad Central
Cuando en Chile hacemos referencia a la idea de una educación democrática, inclusiva y con enfoque de derecho, estamos hablando de que no solo debe quedar en la elaboración de un discurso políticamente correcto o que cumpla expectativas y aspiraciones de un momento, sino de la necesidad de generar un programa e instalar acciones que se hagan cargo de reparar las diferencias, históricas a estas alturas del devenir en materia de educación y justicia, que requiere una sociedad para la construcción de un proyecto país.
En nuestra memoria colectiva, consientes algunos y semiconscientes otros, persisten las demandas estudiantiles que comienzan a visibilizarse con fuerza a partir del movimiento pingüino del año 2006, con el reclamo de una mejora sustancial en las condiciones de infraestructura de los espacios donde se desarrolla la enseñanza, pero más profundo aún, el clamor de los protagonistas por la urgente necesidad de reformular la educación y el rol del Estado como agente y garante de ese proceso. Desde ese entonces, por una educación de calidad es la consigna.
A diez años ya de ese momento histórico, podemos dar cuenta de algunos avances en materias como la derogación de la LOCE, el desarrollo de contenidos trasversales que apuntan hacia el desarrollo de un ciudadano responsable, la incorporación de la tecnología como una herramienta que enriquece el logro de los aprendizajes y la mejora en la cobertura. Bien por ello, sentido de urgencia para lo que sigue estando pendiente.
Y dentro de la gran deuda pendiente, particularmente en lo referente a materia de equidad, en estos años han estado los estudiantes que forman parte de la educación técnico profesional, clara señal de la promesa de movilidad social y justicia social que no ha logrado ser cumplida. Particular análisis requiere este punto cuando el tema de reflexión es la Reforma a la Educación Superior, el ingreso a la universidad y las condiciones y competencias que un estudiante requiere para ello. Sin duda, Filosofía, las Artes y las ciencias de la Motricidad Humana o la Educación Física son fundamentales saberes que hoy son los grandes ausentes en los curriculums de la Educación Técnico profesional
Es precisamente ésta, la más clara señal de inequidad: el curriculum para la educación técnico profesional que no aborda la totalidad de los contenidos y saberes que aborda aquel diseñado para la educación científico humanista, lo que por consecuencia devela que las condiciones para enfrentar la educación superior son muy distintas.
Es precisamente desde este lugar que la llegada de la reforma curricular para los alumnos de tercero y cuarto medio esperamos atentos sea un gran avance, no solo por la propuesta de cambio en los contenidos de las asignaturas y el fortalecimiento en el desarrollo de otras habilidades, sino porque la creación de un plan común es la tan esperada reparación a la demanda por una educación técnico profesional y humanista científica en condiciones de equidad e igualdad.