Por: José Ramón Toro Poblete, profesor
El próximo domingo, el mundo cristiano, celebrará y recordará la entrada de Jesús en Jerusalén. El Mesías, el esperado, el prometido por los profetas. Con esto se da inicio a la Semana Santa que culminará con la Fiesta más importante del cristianismo el Domingo de Resurrección, con la fiesta de Pascua.
Me viene al recuerdo, la semana santa de niño, sobretodo el viernes santo, cuando todas las radioemisoras suspendían su programación habitual y “sacaban al aire” una música especial: clásica y religiosa. Cuando no se podía reír ni hablar en voz alta, menos trabajar o martillar un clavo. Y, el infaltable pescado a la hora de almuerzo.
Eso era antes, cuando Jesús y su Pasión estaban vivos en la memoria de toda una colectividad. Era antes.
Y, pareciera que Jesús y su Pasión, pareciera, pasó al olvido.
Semana Santa, es oferta de viajes, paseos, una pequeña vacación. Claro, para estar tranquilo con la conciencia, ese viernes santo, en los lugares de relajo, cerca de la costa, tratan de omitir la carne roja y se sirven en los restoranes un fino plato de marisco. Las personas de menos recursos, para seguir una tradición que ya no se entiende en su verdadero sentido, hacen un sacrificio y compran pescado que alcanza un precio muy superior al normal.
Así, pareciera, queda la conciencia tranquila. Se ha cumplido con Dios.
Y, muchos pasan por alto ese grito y denuncia del profeta “No quiero sacrificios, misericordia quiero”, ante tanta prisa por cumplir con un asunto y trámite religioso.
Es tanto así que, Semana Santa, se reduce a la llamada misa del lavado de los pies (cuando eso es secundario, porque lo importante es que Jesús expresa en la última cena que Él, es, la ofrenda a Dios, e instaura la Eucaristía. Ese gran recuerdo nos deja. La Eucaristía o misa. Luego, se asiste en masa para la bendición de los ramos que mucha gente le da un sentido casi mágico; ¡Tienen que ser bendecidos! Porque, de otro modo, no sirve.
Ay!, cuan lejos se está del verdadero espíritu de la Semana Santa.
Nuestra sociedad, es una sociedad que hace tiempo perdió la capacidad de admiración. Esto satisface la certeza de la profecía “voltearán o darán vuelta la cara al ver el rostro de Jesús”,
Pero así no es, cuando algunos ven la película de Jesús Nazareno y se placen en la tortura que sufrió Jesús. Hasta llegan a conmoverse. Bueno, algo es algo….
Al fin y al cabo, Jesús quedó solo. La gran muchedumbre aparte de traicionarle y sumarse a las intenciones de quienes le condenaban con mentiras, calumnias y falsos testigos, también lo abandonó.
Y, Jesús sigue quedando solo.
Le invito que, no por lástima. No por cargo de conciencia. No por cumplir con un rito ni por temor, bueno será acompañar al dolor del Padre Nuestro que sufrió la muerte de su único Hijo.
Que sea feliz