Por René E. León Gallardo. (Fragmento de la obra inédita Elementos para una Historia de Los Andes).
Cuarta Parte.
“Nos dicen los señores Pirazzoli y Martelli que después de la fatigosa jornada sobre la nieve donde a ratos caían y se perdían hasta la mitad del cuerpo en la nieve, sirviendo de guía el señor Martelli quien cargaba su maleta a la espalda como dejamos dicho, llegaron a la casucha de un chileno … que está al llegar a Cuevas y cuando este les preparaba una taza de café se presentó la policía argentina y de una manera la más insolente los obligó a seguirla junto con sus equipajes para ante el sub-comisario quien los recibió y trató no como a caballeros ni a simples ciudadanos sino como a presuntos criminales, usando un modo y actitud vejatoria a sus personas no satisfaciéndole las explicaciones que le daban; en seguida llegó el Comisario y después de hacerles preguntas, y atendiendo a las respuestas satisfactorias, se retiró sin decir palabra y sin ofrecerles la menor atención; a todo esto ya era de noche y tuvieron que regresar a tomar su café con que iban a ser obsequiados por el chileno”.
“Después de esto llegaron a la estación de Cuevas de donde dieron aviso a Caracoles y pidieron al Jerente del Trasandino chileno se les amparara y se les mandara a encontrar al gran túnel de la Cumbre”.
“Antes de seguir nuestra narración y dejando ya a los viajeros en el túnel en camino a Chile vamos a dejar constancia de un hecho por el cual se manifiesta lo que es el carácter del chileno encuéntrese donde se encuentre, y en particular de nuestro rotito mui bellaco a veces pero de corazón noble y valiente como pocos en el mundo”.
“Al llegar los viajeros al sitio que se llama “Las Leñas”, cerca de Cuevas, se encontraron con un campamento de trabajadores de la línea, todos chilenos; bravos y únicos para los trabajos de cordillera, manda esa cuadrilla un otro chileno, antiguo capataz de trabajadores de la línea del Trasandino de Chile Carlos Briones; esos trabajadores sintieron gran placer al reconocer a los señores Martelli y Pirazzoli y no teniendo otra cosa como manifestarles su contento, y viendo la forma en que viajaban esos señores, se desprendieron de sus coipas o sea abrigos de cabeza y se las dieron para que se resguardaran del temporal que había, quedando ellos privados de aquel abrigo; Martelli quiso pagar con dinero aquella gran atención pero le fue rechazado. ¡Que tal he aquí lo que el noble corazón de nuestro humilde y valiente roto chileno!”.
“Los viajeros siguieron su marcha y al llegar a la mitad del gran túnel divisorio se encontraron con varios trabajadores que llevaban chonchones de luz, cuyos trabajadores obedeciendo a las instrucciones impartidas por el Jerente del Trasandino Mr. White al capataz Alberto Alvarado iban al encuentro de los viajeros. El contento que se produjo al encontrarse unos y otros no hai para qué decirlo; nuestros lectores deben de suponerlo”.
“Los viajeros ya más alentados con este encuentro siguieron su viaje a Caracoles y al encontrarse en territorio chileno esclamaron: ¡gracias a Dios que estamos en Chile! Eran las 8 de la noche”. (continuará)