Por René E. León Gallardo. (Fragmento de la obra inédita Elementos para una Historia de Los Andes).
Quinta y última Parte.
“En Caracoles recibieron toda clase de atenciones y pasaron allí la noche. A las 8 de la mañana del día siguiente ya repuestos un tanto de las fatigas del peligroso viaje, se pusieron nuevamente en marcha acompañados de tres valientes rotitos; atravesaron el llano de Las Calaveras, llegaron a Portillo y siguieron en dirección a Juncal en medio de la inmensidad de la nieve, trepando a veces por encima de los túneles del ferrocarril que se encontraban tapados de nieve sin llevar otro calzado que el que traían desde Mendoza”.
“Al llegar al kilómetro 56, o sea la quebrada de San Francisco, uno de los puntos más peligrosos de la subida a Portillo, se encontraron con la faena de trabajadores que despejaban la vía, con las máquinas rotativas dirijidas por el ingeniero Lance e inspeccionada por el ingeniero jefe Mr. Watkins cuyos caballeros los atendieron con la exquisita amabilidad que les es característica proporcionándoles alimentos y bebidas para fortalecerlos”.
“En seguida los intrépidos viajeros se descolgaron sobre la nieve para acortar el camino hacia la estación de Juncal desde una altura como de 300 metros más o menos. Al llegar a Juncal volvieron a recibir nuevas atenciones de parte del personal del Trasandino, en particular del señor Pedro Fischwick Superintendente de las Maestranzas, y de los arrendatarios del buffet”.
“Al respecto nos han dicho los señores Pirazzoli y Martelli qué distinto del tratamiento recibido en lado argentino a excepción del personal inglés del ferrocarril trasandino de aquel lado”.
“Después del descanso consiguiente, el señor Martelli deseoso de llegar a su hogar, se arriesgó a seguir viaje a Los Andes en un carrito de mano acompañado solamente por el señor Fischwick trayendo palas para despejar entre ambos la línea en los puntos donde la nieve la tenía obstruida. Emprendieron los dos solos este peligrosísimo viaje a las 9 de la noche llegando sin novedad a Los Andes a las 12 de la noche; el señor Pirazzoli quedó en Juncal y al siguiente día bajó en una de las locomotoras del servicio”.
“Nuestros lectores podrán completar con su mente el sin número de detalles de esta gran odisea realizada por los señores Martelli y Pirazzoli en su viaje a pie de unos 40 kilómetros más o menos por sobre la nieve desde Puente Inca a Juncal, corriendo el riesgo de sus vidas en medio de un temporal y atropellando nieves y sin más armas, que sus enerjías”.
“En la noche del lunes hemos visto un telegrama en inglés enviado de Puente Inca al señor Martelli por el ingeniero Mr. Stanley para cerciorarse si era efectivo que habían llegado con vida a Chile, cuando él le auguraba como a su compañero Pirazzoli una muerte segura al emprender tan temerario viaje”.
“Terminada nuestra narración nos resta decir que los informes que nos han suministrado los señores Pirazzoli y Martelli respecto a los trabajos que ejecuta el Trasandino chileno para habilitar el tráfico en la cordillera son soberbios y aparte de la acertada dirección técnica de sus ingenieros, se debe al empuje de nuestros compatriotas los rotos chilenos cordilleranos probados y por los gringos como los únicos tal vez en el mundo; y si no que lo digan los ingenieros del lado argentino donde actualmente trabajan y resisten las inclemencias de la cordillera nuestros compatriotas; esto dicho sin jactancia”. (Fin)