Por: Hno. Angel Gutiérrez Gonzalo
“Toda la esencia de Dios que es amor con ser tan grande, se encierra en el corazón de la mujer cuando es madre”
Queridos amigos lectores: La madre lo es todo, a la vez: “Sagrada y terrena, piedra y estrella, aurora y ocaso, campana y silencio, milicia y ternura… ella es como la tierra fértil, siempre dando nacimiento y siempre sepultando muertos, perpetuando incansablemente la vida a través de generaciones inmortales”.
No sé si habrán leído la siguiente historia que entraña una profunda y gran enseñanza. Léanla pausadamente, a corazón abierto, mirando a su mamá.
Javier, un niño de siete años, estaba preocupado. Su mamá, mujer alegre y optimista, estaba en cama pasando los últimos días de un embarazo complicado.La preocupación de Javier era ver a su madre triste y desanimada. Y él quería hacer algo. Pero, ¿qué podría hacer?
Javier recordó que su padre, en ocasiones semejantes, llevada a su mamá una flor a la habitación y que esto la alegraba. Sin pensárselo un momento, Javier fue a su habitación y abrió la alcancía de sus ahorros. Sacó de ella una moneda y con ella en la mano, bajó a la calle. Entró en la florería y pidió una rosa. El dueño que conocía al niño y a su familia, le acercó una rosa, bonita pero corriente. Javier no se dio por satisfecho y señalando un ramo de rosas escogidas, dijo: quiero una de aquellas. Es para mamá que está enferma.
Aquellas rosas son muy caras, dijo el dueño de la florería. ¿Traes suficiente dinero?
Javier respondió: Por supuesto. Si no lo trajera no habría venido a comprarla…
El dueño de la tienda sacó con cuidado una de las rosas rojas del ramo, la envolvió en papel plateado y se la entregó al niño. Javier, con satisfacción, entregó la moneda, cien pesos, y se marchó llevando en sus manos la rosa de quinientos pesos. En la tienda había un cliente que, conmovido por el gesto del niño, se ofreció a pagar la rosa diciendo: Deje que la pague yo. Me gustaría conocer a la madre de esta criatura que es capaz de inspirarle unos sentimientos tan nobles.
De ningún modo, comentó el florista. En mi vida he vendido una rosa tan a gusto. Se daba por pagado con los cien pesos.
La madre sufre y calla en silencio. Llora ocultamente. De noche, vela. De día trabaja. Ella es candelabro, los hijos son la luz. Da la vida como la tierra: silenciosamente. Ahí está la raíz de su grandeza y belleza.
Con afecto, saludo a todas las mamás de esta acogedora ciudad de Los Andes y de la Quinta
Región. Con cariño les digo: ¡Gracias, mamás! ¡Por la intensidad de vivir, por la belleza de sufrir, por el encanto de escuchar, por el milagro de mirar. Por ser así, como son ustedes.
¡GRACIAS, MAMÁS!
FELICIDADES LES DESEO DE CORAZÓN.