Oración a la Virgen María
¡Madre mía querida y muy querida!
Ahora que ves en tus brazos a ese bello Niño
no te olvides de este siervo tuyo,
aunque sea por compasión mírame;
ya sé que te cuesta apartar los ojos de Jesús
para ponerlos en mis miserias,
pero, madre, si tú no me miras,
¿cómo se disiparán mis penas?
Si tú no te vuelves hacia mi rincón,
¿quién se acordará de mí?
Si tú no me miras,
Jesús que tiene sus ojitos clavados en los tuyos, no me
mirará.
Si tú me miras, El seguirá tu mirada y me verá
y entonces con que le digas
“¡Pobrecito! necesita nuestra ayuda”;
Jesús me atraerá a sí y me bendecirá
y lo amaré y me dará fuerza y alegría,
confianza y desprendimiento.
Me llenará de su amor y de tu amor
y trabajaré mucho por El y por Ti,
haré que todos te amen
y amándote se salvarán.
¡Madre! ¡Y solo con que me mires!
San Alberto Hurtado S.J.
Que hermosa oración de San Alberto Hurtado, se nota en sus palabras la dulzura con la que hila cada palabra para reflejar su increíble fe e incondicional amor a la Virgen, amor que fue creciendo cada día. Como dijera uno de sus compañeros jesuitas, nunca se acostaba sin haber rezado antes el Rosario, aunque fuera muy tarde. Y a la mañana siguiente muy de madrugada se le encontraba ya en la Iglesia de San Ignacio, de rodillas rezando delante del Santísimo para luego celebrar con devoción profunda la Misa.
Vamos a concluir el Mes de María y aquí con San Alberto Hurtado tenemos un ejemplo concreto que nosotros podemos practicar, todos los días: La Misa Diaria o Dominical; El rezo del Rosario y La Adoración al Santísimo; en esta última nos sumergimos en el costado abierto donde entramos en contacto con su divino corazón que quiere que entre su corazón y el nuestro exista un canal que comunique Las Gracias y Dones que él nos quiere regalar. Recuperemos Los Primeros Viernes de Mes para dedicar un tiempo de Adoración al Señor Sacramentado, no es pérdida de tiempo, al contrario, ganamos en vida interior y hacemos eco de las palabras que nos dirigiera el Papa Francisco “ser una Iglesia en estado de oración”, significa “orar siempre”, dedicar tiempo a ello. Cuanto se ensancha el alma de los que oran y abren su corazón a la Gracia de Dios. ¿Cómo le respondo yo a ese amor tan grande y total de Jesús en la Cruz? Nunca podré pagar tal entrega por la salvación de mi alma. Queremos todo y no ofrecemos nada. Es tiempo de mostrar al mundo que calidad de creyente soy yo, sin miedos, con alegría, con vigor. Digámosle a la Virgen que la vamos a acompañar porque queremos, como ella, crecer en nuestro camino de fe.