Por: Erica Castro, académica Facultad de Medicina U. San Sebastián sede Santiago
Las vacunas son un medio muy eficaz para el control y diseminación de muchas enfermedades, creando una barrera de protección a toda la sociedad. Según la UNICEF, el efecto de la vacunación permitió entre 2000 y 2015 que las muertes infantiles por sarampión descendieran 85%. No obstante, en los últimos años se han generado algunas tendencias de no acceder a los programas de vacunación obligatorios, con el consecuente resurgimiento del sarampión, erradicado en varios países, así como la aparición de brotes en población adulta, de otras infecciones víricas típicas de la infancia.
¿En aspectos de salud sexual y reproductiva, de qué manera afecta adquirir una de estas pestes infantiles en edades más avanzadas? La varicela primaria, conocida en nuestro medio como “peste cristal”, tiene un riesgo 25 veces mayor de complicaciones en comparación con los niños/ñas, siendo la neumonía la complicación grave más frecuente. Si bien, afortunadamente esta infección es poco frecuente durante el embarazo con una frecuencia de estimada de 0.8 a 7/10.000 gestaciones, si afecta a la mujer durante el tercer trimestre, es un factor de riesgo para una varicela severa.
En algunas series de casos se ha presentado una alta incidencia de neumonía y de mortalidad de la gestante, superior a la de adultas no embarazadas. En otras revisiones, se ha observado mayor apoyo ventilatorio de la mujer, pero no una mayor mortalidad. Por otra parte, si la infección por varicela se presenta durante el primer y segundo trimestre, puede conducir a un síndrome de varicela congénita, donde la incidencia de embriopatía y fetopatía es estimada en alrededor del 2%. La infección congénita puede asociarse a poco desarrollo de las extremidades, lesiones en la piel, anomalías neurológicas como retraso en el desarrollo y enfermedades oculares.
Por su parte, el sarampión muestra una mayor gravedad durante el embarazo. Brotes antes de la disponibilidad de la vacuna, mostraron mayor mortalidad en embarazadas. En los últimos años, con el resurgimiento de esta infección se ha observado complicaciones respiratorias, alza de las enzimas hepáticas elevadas y algunos casos de muerte. En casos que han afectado a la mujer antes de las 24 semanas de gestación, son más frecuentes los abortos espontáneos y de muertes in útero. Así, los recién nacidos/as que desarrollan sarampión congénito tienen un mayor riesgo de mortalidad, bajo peso al nacer y de una alteración encefálica crónica y progresiva.
La rubéola es una infección viral muy contagiosa, de curso leve en la niñez, pero que durante la gestación puede causar abortos, la muerte del feto intrauterina y el síndrome de rubéola congénita, donde se presentan malformaciones diversas y con frecuencia alteraciones auditivas. En el mundo nacen al año cerca de 100 000 niños con este síndrome.
Las paperas o parotiditis es quizás la infección viral más reconocida que afecta al tracto reproductor masculino, lo que puede conducir a una orquitis o inflamación testicular hasta en 37%. Cuando afecta en la pubertad o edad adulta, al año los testículos pueden exhibir algún nivel de atrofia después de la infección, lo que podría conducir a una disminución de la fertilidad al alterar la espermatogénesis y a descenso en la producción hormonal.
Las enfermedades infecciosas siguen constituyendo un grave problema para la sociedad. La vacunación preventiva durante la niñez en los programas establecidos, sin duda protegerá también aspectos de salud reproductiva de la pareja. Así, una consejería preconcepcional ayudará a recomendar una inmunización oportuna de la mujer para evitar el contagio de estas infecciones víricas.