Por: DODEN
Cuando viajamos por placer, por vacaciones o descansos de algunos días, nos permite reencontrarnos, salir de esa rutina brutal que nos daña cada día. El tener el tiempo para uno, que nadie te esté chicoteando, te permite meditar en otras cosas, sean personales, familiares o dejar volar tu imaginación y disfrutar el paisaje o el entorno. Llenarnos de vibras positivas y dejar que salgan las malas vibras que tienen apretado nuestro ser.
El viaje trae siempre consigo un encuentro con nuestro ser. Cada vez que logramos viajar por placer, nuestro cuerpo y alma te lo agradecerán.
En el viaje tenemos la sensación de sentirnos relajados, abstraídos del comportamiento de todos y nos volvemos espectadores de nuevos paisajes naturales y humanos, de olores y sabores, costumbres, voces y ritmos novedosos. Viajar es la permanente sorpresa, el reino del cambio y la maravilla asombrada frente a lo desconocido, un camino abierto e impredecible, muy opuesto a nuestra vida cotidiana marcada por las rutinas y los circuitos repetitivos a los que nos habituamos y donde nos sentimos seguros. Por eso representa una experiencia límite, situándonos en nuevos marcos de perplejidad, invitándonos a dialogar con lo impredecible de vivir.
El Viaje nos da la oportunidad de encontrarnos con otros seres humanos, desde nuestra pura y simple humanidad, mas allá de nuestra identidad particular que siempre se basa en lo que se diferencia de los otros. En todas las culturas el desplazamiento a sitios desconocidos tiene relación con procesos de aprendizaje, con rituales de transición de una etapa a otra, con la toma de conciencia del ser que fuimos y el ser que podemos ser. Por lo tanto, el viaje al exterior es a la vez interior, y siempre implica una trasformación.
El viaje nos obliga a conocer nuestros prejuicios y preconcepciones acerca de lo bueno y lo malo, de lo bello y lo feo, de lo deseable y lo indeseable, ampliando la conciencia que nos permite vivenciar relaciones humanas más igualitarias.
Al volver, poco a poco nos vamos reintegrando al mundo de lo familiar a través de experiencias visuales y emocionales que nos conectan nuevamente con nuestra identidad. Por eso los invito ha extrañarse de lo propio a través del viaje y reconocer a las personas y las cosas con los ojos limpios de prejuicios, con una nueva apertura, con una conciencia renovada, con el deseo profundo de ser quienes queremos ser.
Los invito a no desechar las vacaciones, tómenselas y lleven a su familia, disfruten cada minuto de un compartir que no se da en la rutina habitual del día a día
EL VIAJAR POR PLACER NUESTRO SER SE DELEITA, NUESTRA MENTE DESCANSA DE SU RUTINA BRUTAL
NUESTRO CORAZON DISMINUYE SU ACELERADO ANDAR
NUESTRA ALMA RECUPERA SU TRANQUILIDAD, SU PAZ
NUESTRA SALUD SE RECUPERA Y SE NUTRE.