Por Eugenio Astudillo Leal
Mi hijo me llevó al cementerio a visitar la tumba de mis padres, y durante el viaje derechamente y en forma armoniosa pero perentoria nos dijo, a mí y a mi mujer; “y a contar de ahora, por lo menos un mes, ustedes se van a ir a la casa, no van a salir ni a comprar, y yo les llevaré lo que necesiten”. Ante la petición de alguna explicación por la rigidez de la orden, me contestó, “mis hijos están aún chicos y tienen el derecho de disfrutar a sus abuelos, y este famoso virus los ataca preferentemente a ustedes, los adultos mayores”. En la noche mi otro hijo confirmó lo de la cuarentena, y desde entonces no salgo para evitar contaminación,
Como todo viejo mañoso y que aún cree que se las sabe todas, raramente les encuentro razón a mis hijos de buenas a primera, pero, reconozco que este tema me dejó pensando y marcando ocupado. Si bien los medios de comunicación han llegado a un exceso reiterativo en sus informes sobre situación y los avances de esta plaga en otros países del mundo, me ha quedado claramente establecido que este famoso virus de moda, entre sus objetivos preferidos en su propagación nos tiene a nosotros; los adultos mayores, lo que nos convierte cómo uno de sus platos predilectos la hora de sus ataques fulminantes, razón por la cual, se percibe en el ambiente médico, político y social de nuestra patria, que existe una real preocupación nacional, familiar y particular por nosotros, los viejos porfiados, y dada esta expectante condición inusual para esta época, escribo esta crónica.
Si bien es cierto, muchas veces, somos poco tolerados en nuestras opiniones y relaciones diarias con las generaciones más jóvenes, sobre todo ahora, por nuestras posiciones más conservadoras y tradicionales cuando analizamos los quehaceres nacionales y mundiales, este famoso Coronavirus, ha abierto un mayor espacio de tolerancia, comprensión y consideración hacía nosotros en las nuevas generaciones, que optimistamente podría llamarlo “cariño” o en forma pretenciosa “amor”, lo que me ha hecho reflexionar seriamente en que: a pesar del profundo rechazo que me producen los de la primeras filas, los desórdenes en los que derivan las manifestaciones juveniles, de que pienso que los cabros de hoy quieren que todo les sea dado gratis, y que no tienen ningún respeto y sentido de la autoridad, ellos no solo sienten emociones a través del computador o del WhatsApp, sino que al parecer, ahora, frente a este flagelo, aún les queda algo de corazón y sentimientos, por lo menos por los viejos. Pero, al tiro se me vino el diablo a mi mete y pensé “Aaahhhh es por la Herencia”, pero inmediatamente me di cuenta que mi pensión mensual es tan baja, que ni siquiera equivale a una propina de estacionamiento de automóvil de diputado, lo que no resulta nada atractivo a los herederos.
Pero, hablando en serio, la preocupación de los más jóvenes por nosotros, es y ha sido emocionante y gratificante, por lo menos, por un breve tiempo, en donde por lo menos, hemos pasado a ser la preocupación de un país, ¿Y a eso, como vamos a responder ahora? Tal como predicamos nosotros ante hijos y nietos; “Siendo serios y responsables, respetando la autoridad de la petición de los jóvenes que tratamos de formar ¡ Para lo cual, desde ahora, y por lo menos hasta fin de mes, nos cuidaremos, no saldremos a callejear ni a copuchar, nos lavaremos las manos varias veces, evitaremos los tumultos, estaremos atentos a nuestros síntomas, y contaremos las horas; con emoción, para volver abrazar; sin miedo y sin cuidado, a la familia, los hijos y nietos, y lo que es más, siendo tolerantes con sus ideas y el uso de su modernidad.
Por eso estimados abuelitos, tatas, y mamitas. Hagámosle caso al clamor nacional del buen cuidado de nosotros; los viejos, y disfrutemos a plenitud este espacio de cariño que Dios y las circunstancia nos brinda, cumpliendo todo lo que se nos pida para evitar el virus. Quizás sea la última vez, que en esta difícil tierra o país, seamos tan bien considerados y centro de la preocupación de todos.
Viejitos congéneres de mi época, seamos obedientes y dejémonos querer con los cuidados que nos piden. Este virus no nos llevará ahora, y para eso nos esforzaremos desde hoy, para no hacer sufrir a la familia, a los amigos y a la patria, esta última, que aunque no me crean, con mis 67 años de edad, primera vez que la veo tan unida en una causa sencilla y noble. Cuidar a los Viejos.