XVI del tiempo ordinario

XVI del tiempo ordinario

- en Columnistas
1499

Sabiduría 12,13.16-19 ; Salmo 85, 5-6. 9-10. 15-16.; Romanos 8,26-27; Mateo 13,24-43.

Por: El Peregrino

Las parábolas evangélicas son breves narraciones que Jesús utiliza para anunciar los Misterios del Reino de los cielos. Con estos ejemplos cotidianos Jesús nos muestra que ”Dios actúa, que entra en nuestras vidas y nos quiere tomar de la mano” (j. Ratzinger, Jesús de Nazareth)

El tema de este domingo es precisamente: el reino de Los Cielos. Jesús nos explica que dentro de nosotros se ha sembrado algo pequeño y escondido que, sin embargo, tiene una fuerza vital que no puede suprimirse. A pesar de los miles de obstáculos, la semilla se desarrollará y el fruto madurará.

El terreno bueno se desarrolla, en tanto cuanto, se deja iluminar por la voluntad de Dios. Pero también nacen las interrogantes: ¿por qué, Dios, permite tantos males en el mundo? ¿Por qué no castiga a los malhechores que cometen tantas injusticias? ¿Por qué permite que la cizaña crezca junto con el trigo? ¿Los malos con los buenos?

La respuesta que arranca de los textos es que Dios tiene paciencia, que respeta la libertad del hombre, y nos enseña a ser nosotros más pacientes con nosotros mismos y con los demás.

Porque como lo hace la primera lectura del Libro de la Sabiduría que ensalza la Bondad de Dios para con su pueblo, si nos miramos a nosotros mismos sucede lo mismo, Dios es misericordioso conmigo, con nosotros, no me abandona, aunque haya cometido el pecado más grave, siempre sus brazos estarán abiertos para recibirme, acogerme, sanarme.

La gran pregunta que debo responder es si yo tengo un corazón misericordioso como el de Dios para acoger, entender, levantar, sanar la vida.

¿Cómo mi corazón, que tiene mezclado la cizaña con el trigo, puede transformarse en misericordioso?

Sumergirnos en la Palabra de Dios, en la oración de todos los días para ir separando la cizaña del grano de trigo maduro. Toma tiempo. Pero irás notando que desde lo profundo de nuestro ser algo va sucediendo, mis prioridades van cambiando, soy más perceptivo, el otro, los otros, me van importando más y más cada día, entonces los gestos de humanidad van emergiendo suavemente en mi existencia.

El antídoto para indiferencia frente a los demás es la Palabra de Dios. Cristianos amantes de leer todos los días la Palabra de Dios como alimento espiritual que va a fortalecer nuestra alma y se va a notar que amamos y servimos a todo aquel o aquella que necesite de mí. Haz el ejercicio de tomar de a poco la Palabra de Dios y experimenta como Él te habla a tu corazón.

Comenta en Facebook

Comentarios

Quizá te interese

Mis Historias, libro del andino Patricio Bonelli Canabes

Impreso en los Talleres de Gráfica LOM, Miguel