Por: Ps. Víctor Cortés Zapata.
La impronta reformadora se tomó el quehacer socio-cultural del conjunto de la sociedad nacional. La gratuidad en la educación, la inclusividad, cruzando todas las áreas de la política, la economía y lo social; la no discriminación por raza, creencia religiosa u orientación sexual, la comprensión sobre el proceso migratorio, la necesidad de cambios radicales en el sistema de pensiones, el avance decidido en el reconocimiento a los derechos de la mujer, despojada para siempre de la violencia machista; el trato perfeccionado, humano y absolutamente comprensivo de la multidimensionalidad de necesidades de la infancia vulnerada y vulnerable en sus derechos sociales y culturales. A lo que se agrega la inevitabilidad del cambio en la Constitución como Ley Fundamental del Estado de Chile, que sea el reflejo de lo que democráticamente el pueblo decida a través de los mecanismos ya recorridos y otros por recorrer, y luego sancionados por los Poderes Legislativo y Ejecutivo de la Nación.
Lo anterior, pareciera ser irrevocable, dando la impresión de haberse inoculado en el ADN de la población…Pero…Fabio…nos recuerda que, desde el 11 de marzo, podríamos estar frente a un grupo de personajes embebidos del néctar del poder patriarcal y conservador en los usos y costumbres más puritanas y anquilosadas de la vieja política, decididos a convertirse en “cruzados”, reconquistando el cofre con el “tesoro escondido”…
Si así lo pretendieren, se toparán con un pueblo consciente de sus derechos y sus conquistas, que no se dejará arrebatar lo que con sudor y lágrimas, sobre la base de la conciencia social colectiva, ha logrado sancionar y lograr, y al mismo tiempo dibujar el camino del avance cada vez más expedito, democrático y rotundo, en favor de las causas humanas más nobles.